martes, 30 de marzo de 2010

Bogotá, en el centro de la escena


Desfile inaugural del XII FITB, en las calles de Bogotá, con una muñeca de Fanny Mikey de casi 8 metros. Foto: Gentileza FITB

(Crónicas publicadas en el diario La Nación, a partir del 25 de marzo de 2010.)

XII Festival Iberoamericano de Teatro

Comenzó el fin de semana, en Colombia, uno de los encuentros teatrales más importantes y esperados del mundo

Por Pablo Gorlero
Enviado especial

Calígula. Foto: Aljosa Rebojl; y Cuttlas, de la compañía Produccions Essencials, de Cataluña
BOGOTA.- "¿Usted es argentino? Viene al Festival, ¿verdad? Tenemos uno de los mejores festivales de teatro del mundo." Es la primera conversación que tuvo este cronista al llegar a la capital colombiana con un empleado del aeropuerto. No es alarde, sino orgullo. Toda la ciudad piensa teatro, respira teatro y festeja teatro. Están orgullosos de ser anfitriones de 49 grupos europeos, 15 americanos, 8 asiáticos y un africano, además de las 39 compañías colombianas que se presentan en el XII Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá.
La primavera irrumpió en la ciudad con una múltiple variedad de climas en un mismo día. Pero ni una eventual tormenta ni una tarde de mucho calor ni siquiera el tránsito infernal (los automovilistas bogotanos manejan peor que los argentinos, y eso es mucho decir) amedrentan a los espectadores que no dejan una sola butaca libre en casi ninguno de los espectáculos que aquí se presentan. Las salas están muy lejos entre sí, pero allí están los millones de taxis, listos para facilitar esta avidez de cultura que comenzó el sábado y seguirá hasta el 4 de abril.
Los colombianos tienen motivos para enorgullecerse. El mejor teatro del mundo se da cita en esta fiesta que creó hace 22 años la gran Fanny Mikey, a quien está dedicada esta edición, la primera después de su muerte (ver recuadro aparte). Todo comenzó con un gran desfile de inauguración, con 2.500 artistas, 40 comparsas, grupos musicales, carrozas y una muñeca de casi ocho metros de altura de Fanny. "Quiero darle a Bogotá el carnaval que no tiene", dijo ella en vida. Por eso esta inauguración es un momento muy esperado por los bogotanos.
Las múltiples boleterías, distribuidas por toda la ciudad ?a su vez, empapelada con afiches y carteles que promocionan el evento? están colmadas de gente que se lamenta por no encontrar boletos para algunas obras, pero que sin dudarlo, saca entradas para otra. "Fanny nos enseñó a amar al teatro. Estamos orgullosos de que nuestro festival nos dé la posibilidad de acercarnos a las mejores obras que hay en el mundo. Espero ansioso el momento en que el público entra a la sala para poder espiar desde algún rincón cada obra que aquí se representa", comentó Pablo, un empleado de seguridad de una de las principales salas.

Medea, según Frank Castorff
Entre las visitas célebres más esperadas tomaron la delantera el gran director texano Bob Wilson y el alemán Frank Castorf. El primero pasó como una ráfaga los primeros días con su versión de La última cinta de Krapp, que conmovió al cien por ciento de los espectadores. En tanto, el famoso Teatro Volksbühne, de Alemania, dirigido por Castorf eligió -como era de esperar- un espacio no convencional como el coliseo del Parque Recreo Deportivo, para hacer su singular versión de Medea. El llamado "destructor de clásicos" realizó una puesta tan despojada como grandilocuente, al llenar el espacio escénico de arena, con sólo una carpa, unos leños ardientes y un andamio, para yuxtaponer tragedia, comedia y filosofía. Su adaptación entreteje fragmentos de la tragedia de Séneca y de la novela Heidegger en Crimea, de Alexander Kluge. Sitúa la acción en agosto de 2008, cuando el Destroyer USS Mcfaul cruza por el área de conflicto abkaziano y se dirige hacia el puerto georgiano en el Mar Muerto. Su propuesta, con permanentes rupturas y distanciamientos, está basada en la "no actuación". Sus actores entran y salen de sus personajes evitando el vínculo con sus propias emociones. Es un montaje sorprendente, que impacta y provoca permanentemente. Pero tal vez uno ya haya visto muchas propuestas de ese tipo, con actores revolcándose, ensuciándose, mojándose y descuartizando pollos.
El taller experimental de títeres mexicano Luna Morena presentó Canek, leyenda de un héroe maya, con dirección de Miguel Angel Gutiérrez, con marionetas, sombras y proyecciones. Es una sensible historia, tan hermosa como cruel, relatada por un enorme grupo de talentosos actores-titiriteros. Sus marionetas trasmiten ternura y son manipuladas a través de la poesía.
Entretanto, el grupo español Sudhum Teatro presentó Silenciados, una elocuente propuesta dirigida por Gustavo del Río Prieto. La pieza rescata cinco casos reales de personas discriminadas por su sexualidad, ambientadas tanto en un campo de concentración nazi, como en Guatemala o en Medellín. Es un réquiem que lleva ya tres años en cartel en España y cuyos espléndidos actores realizan un gran trabajo interpretativo, a través del teatro físico, la danza y hasta las canciones. Un interesante alegato contra la hipocresía y la intolerancia.

La metamorfosis

Grata metamorfosis
Pero tal vez uno de los más aplaudidos montajes haya sido la versión que el Vesturport Theatre y Lyric Hammersmith hicieron de La metamorfosis. La obra que representa a Islandia, dirigida por David Farr y Gísli Orn Gardarsson, hizo seis funciones a sala llena en el teatro Bellas Artes. Este último, gimnasta y mimo, es quien encarna al atormentado Gregor Samsa, convertido en un insecto espantoso. Lo inusual de esta puesta es la disposición escenográfica: una casa en dos plantas, cuya parte superior está diseñada de tal forma que parece ser vista desde arriba, con los muebles que penden de la pared. El actor desafía la gravedad y toca las aristas más sensibles de su criatura. Pero fuera de esta particularidad, se trata de un montaje formal, en la línea del absurdo y del teatro comercial.
Por su parte, la cantante balear Buika fue una gran revelación para los colombianos, una de las tantas representantes de Cataluña y Baleares, invitados de honor de esta edición.
Entre los argentinos que ya pasaron por el festival, Tango de burdel, salón y calle, dirigida por Julio Bocca y Ricky Pashkus, con coreografía de Ana María Stekelman, fue muy bien aceptada, así como Condición aérea , el espectáculo dirigido por una elogiada Brenda Angiel.
Por su parte, en representación del Dorky Park, de Alemania, Brickland, la propuesta de danza teatro dirigida por la argentina Constanza Macras, fue una de las que mejor recepción tuvo por parte del público y la prensa local. Ambienta su propuesta en una zona residencial argentina, donde doce personas viven una aparente tranquilidad, hasta que colisionan y dejan al descubierto la desconfianza, la perversión y la xenofobia.
Tan vertiginoso como festivo, el FITB, financiado en un pequeño porcentaje por el estado y la ciudad, y en su gran mayoría por empresas privadas que apuestan a la cultura es un ejemplo a seguir. Inclusión social y amor por el teatro es un legado que ya tiene frutos frondosos.

La metamorfosis (izq.); Fanny Mikey

El pueblo colombiano recuerda a Fanny Mikey
Al primer FITB, en 1988, llegó una delegación de teatro catalana cuya propuesta cuestionaba la religiosidad extrema. Los actores bajaron del avión con atavíos religiosos; como consecuencia, las autoridades religiosas locales condenaron al teatro y a los cristianos les indicaron no participar de esas actividades. El público, sin embargo, colmó las salas. Claro que pusieron una bomba de humo en el teatro y excomulgaron a Fanny Mikey. Ella no paró y cumplió su cometido: hacer de Bogotá uno de los centros teatrales del mundo.
Por eso, en Colombia aman a esta actriz, directora y empresaria teatral de origen argentino que falleció en 2008. La despidieron amor, salsa, bailes y aplausos y hoy la recuerdan con un documental, realizado por su hijo Daniel Alvarez Mikey, una muestra en el Archivo Nacional y un gran evento llamado A Fanny lo que es de Fanny: gestora de proyectos especiales .
"Era felizmente caótica -dijo Paula Moreno, ministra de Cultura, durante la inauguración-. Su gran carácter y temperamento emprendedor no sólo conquistaron nuevos espacios comerciales para el arte, sino que construyó profundos lazos de amistad con sus colaboradores, al punto de crear una verdadera red de gestores cómplices y, a la vez, promotores de las artes. Me siento orgullosa de ser parte de aquellos que, con ella, vivimos momentos fundamentales en el desarrollo del campo del arte en el país", agregó.
Las fotos con su imagen sonriente empapelan cuanto recinto cultural y no cultural hay en Bogotá. Sus familiares argentinos fueron invitados especialmente para este festival-homenaje. "En el caos encontraba su combustible de trabajo. Cuando se le metía algo en la cabeza no paraba. Tenemos la sensación de que Fanny está, por todo lo que generó, y nos llena de orgullo presenciar el amor que le tenían y el legado cultural que dejó. Ella acercó a los jóvenes a la sensibilidad a través del teatro. Fanny dejó un legado social muy grande", señaló con emoción Dora Niedzwiecki de Mikey.


Escenas de Calígula. Fotos: Aljosa Rebojl

Una obra sublime, desde los Balcanes
Los colombianos siguen respirando teatro por todos los rincones y, a medida que pasan los días, el entusiasmo es cada vez más efervescente. El clima amable ayuda y se suman los innumerables talleres, seminarios, charlas, cursos y demás actividades paralelas de este megafestival que, según su fundadora, Fanny Mikey, requería un costo de 10 millones de dólares. “Aunque yo te lo hago en 6 millones”, se ufanaba. Lo sorprendente de eso es que un 50 por ciento de ese dinero proviene de las taquillas.
Entre los grupos que se presentaron en estos últimos dos días, están la Compañía de Opera de Pekín, dirigida por Luo Jinlin, con Destellos de la ópera china; la coproducción serbio-rumana La disputa, de Alexandru Darie; El abrigo, del Gecko Theater (Reino Unido); el Teatro de los Andes, dirigido por César Brie, con La odisea (Bolivia); el recordado Mario Morgan dirigiendo el unipersonal Retablo de vida y muerte, con Estela Medina (Uruguay); Diciembre, dirigida por Guillermo Calderón (Chile); The Aluminium Show, una performance del israelí Illan Azriel; y numerosas obras locales, entre ellas, El atolondrado, dirigida por el argentino Ricardo Behrens.
Pero lo mejor del XII Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá llegó anteayer. El gran director yugoslavo Tomaz Pandur, uno de los mejores vanguardistas de los Balcanes presentó una versión excelente de Calígula, basada en la obra de Albert Camus. Es una coproducción entre Teatros Pandur (Eslovenia) y el Teatro Gavella (Croacia). Pocas obras conmocionaron tanto a este cronista como esta muestra “alta costura teatral”, como alguien bien dijo en la platea del céntrico teatro Jorge Eliécer Gaitán. Pandur no sólo es un poeta de la imagen, sino que crea la pintura exacta para que sus intérpretes no tengan límites y sus emociones exploten hasta sacudirle las tripas al espectador.
En su adaptación, el escenario está cubierto de agua, por donde se mueven los actores y unos pocos, pero contundentes, elementos escenográficos. El agua es efecto, sí. Pero también se convierte en la fuente de energía de la que se nutren estos actores maravillosos (Livio Badurina, Sven Medvesek, Hrvoje Klobucar, Dijana Vidusin y Sven Sestak, en los papeles protagónicos). Todo comienza después de la muerte de Druzilla, hermana y mujer de Calígula, instante en el que comienza a ver al mundo con otros ojos. Allí surge su mayor crueldad, paradójicamente fruto de sus ansias de libertad. El se cree todos los hombres, se cree Dios, y la muerte y la perversión acaban siendo su néctar.
Pandur desdobló a su Calígula sangrante en tres… en un principio, luego en seis. Y en cada uno de ellos se verá reflejado el emperador enloquecido por el sadismo, el enfermo, el esclavo de sí mismo, el sufriente, el de la furia incontrolable. Y cada uno de esos estadios se interrelacionan entre sí, beben de sí mismos y provocan un alud de sensaciones. A su vez, la lingüística cumple un rol importante en la entrelínea sociopolítica de la obra a través de tres idiomas empleados: croata, francés y alemán. La escena en la que, en sueños, consigue atrapar una de sus mayores obsesiones, la Luna, es de una belleza inigualable. La atrapa, juega, la ama, la hace sangrar hasta dejarla subir nuevamente para recuperar su función. Eso es el mundo Pandur: poesía, ideología, política y teatro salvaje. Sin dudas, es en esa maltratada región del este europeo donde ese teatro de conexión y de pensamiento está poniéndose en el centro de la vanguardia.
Después de ver Calígula surge la convicción del amor que uno siente por el teatro.

Macbeth. Foto: Katarzyna Czarnecka

En el parque
Otra interesante propuesta es la del teatro Biuro Podrozy, de Polonia, con Macbeth, ¿quién es ese hombre ensangrentado?, dirigida por Pawel Szkotak. Una experiencia de teatro callejero que los miles de espectadores que se amontonaron en el Parque Simón Bolívar aplaudieron de pie. Es una visión apocalíptica de la tragedia de Shakespeare, apoyada por impactantes efectos visuales (fuego, motocicletas, música y atractivos artilugios escénicos). Con muy buenos intérpretes, lo más destacable de esta puesta es la difícil síntesis lograda por el director sobre la obra original. Asimismo, no se regodeó en el efectismo y consiguió escenas contundentes, de gran fuerza dramática y visual.
El abrigo. Fotos: Juan Pablo Gutiérrez
Teatro gestual, desde el Reino Unido
Aunque la capital colombiana se apresta a iniciar una Semana Santa con buena parte de sus habitantes descansando en otros sitios, para algunas obras del XII Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, ya están agotadas las entradas (Calígula y La pantera imperial son dos ejemplos).
De todos modos, aún se aguarda con impaciencia la llegada de la última semana, con algunos “pesos pesados” de la escena mundial. Hoy levanta su carpa el esperado Carillon, de Italia, dirigido por Angelo Bonello. Se trata de una propuesta de teatro urbano que recurre a un enorme paralelepípedo que, interceptado por 600 metros de cable, presenta una estructura que rota y sobre la cual un grupo de acróbatas juega y realiza danza acrobática, arte figurativo, circo y teatro, bajo el aura de una música electrónica y sinfónica. Por su parte, mañana subirá el telón para Por qué, por qué, la propuesta suiza, dirigida por Peter Brook, con las reflexiones de Miriam Goldschmidt sobre el origen del teatro y su valor en la historia de la humanidad. Entretanto, pasado mañana comenzarán el Circo Eloize, de Canadá; Baraka, dirigida por Javier Daulte (Argentina); y Non Solum, el unipersonal de Sergi López, en representación de Cataluña.
El Reino Unido arribó al Festival con una interesante adaptación de El abrigo, de Nikolái Gogol, inscripta en un montaje de teatro gestual. Es una creación del director Amit Lahav, discípulo de Lindsay Kemp, y de la compañía Gecko. En un montaje plagado de imágenes oníricas y con reminiscencias del viejo cine italiano, la fábula social de Gogol se eleva a una propuesta que va más allá de las palabras. Todo en este montaje, con cierto hálito a Lecóq, marcha sobre los seguros rieles de la pantomima y el teatro físico. Lahav recurre a efectos visuales encantadores que hacen que sus actores puedan vencer la ley de gravedad. A su vez, El abrigo está apoyado por una tan atractiva como inusual banda sonora compuesta por Dave Price, en la que hasta una vieja máquina de escribir puede convertirse en instrumento musical.
Con mucho agrado puede decirse que uno de los mejores espectáculos de este festival es La odisea, la excepcional obra que se trajo el Teatro de los Andes, de Bolivia, dirigido por César Brie. El dramaturgo, poeta y director argentino, radicado en Sucre desde 1991, realizó una admirable adaptación del poema de Homero, dotándolo de un contenido social y político que no sólo lleva a la reflexión sino que conmueve y hasta hace descostillar de risa a los espectadores. Penélope teje y espera, asediada por los oportunistas y corruptos de siempre, mientras su esposo Ulises recorre fantásticas islas y países, donde los monstruos y las acechanzas también son aquellas Caribdis que uno conoce muy bien. Con un bellísimo tono poético y una dramaturgia erudita, Brie habla de exclusión, de identidad, la pérdida, la ausencia y aquellas consecuencias irreparables, irremediables, donde lo justo parece tan fantástico como Circe o Calipso. A su vez, Brie diseñó un montaje sin fisuras, logrando un despliegue escénico inteligente, ingenioso e impactante, sólo con el uso de cortinas de cañas y rieles móviles.
Esta excelente propuesta se hace viva, amable y querida, también gracias al trabajo de un elenco multinacional en el que sobresalen los trabajos de Gonzalo Callejas, Viola Vento y dos argentinos que son una grata sorpresa, el riocuartense Ulises Palacio y el rosarino Julián Ramacciotti, ambos espléndidos actores multifacéticos. Pero todo el elenco pone fuerza y energía en varios papeles, durante los 165 minutos que dura el espectáculo.
En la función que vio este cronista, el elenco tuvo que salir a saludar cinco veces, ante un teatro colmado, de pie.

Apostillas

Asadito post-función.
Curiosamente, uno de los sitios preferidos de las compañías al terminar las funciones es un restaurante argentino situado en el hermosísimo barrio histórico La Candelaria. Se llama “Mi viejo” y su dueño es un amante del teatro. Luego, casi todas las compañías y demás participantes del festival se reúnen en la llamada Carpa Cabaret, donde hay recitales y “rumba” hasta la madrugada.

Medeas. Hay tres montajes distintos de Medea. Una de ellas es la del Teatro Volksbühne, dirigida por Frank Castorf, que ya terminó sus funciones. Los últimos días del festival se estrenarán otras dos versiones. Una dirigida por Jean-Louis Martinelli, una coproducción entre Burkina Faso y Francia; y la otra según Satoshi Miyagi, del Shizuoka Performing Arts Center, de Japón.

Ches. Otros dos argentinos deambulan por el Festival. Uno de ellos es Omar Argentino, muy conocido en el ambiente “under” porteño porque durante mucho tiempo perteneció al grupo de improvisación Sucesos Argentinos. Radicado desde hace tiempo en el exterior, llegó aquí para dictar un taller. El otro es Andrés Vicente, actor de teatro y televisión que hace cinco años está radicado en Colombia. En promedio, ve dos obras por día.

Demanda de entradas. Baraka, la obra que dirige Javier Daulte, con Darío Grandinetti, Jorge Marrale, Hugo Arana y Juan Leyrado, agregó funciones, además de las cinco previstas dentro del Festival. De este modo, hará una petit temporada, antes de su arribo a España.

Distancias. Intentar ver más de una obra en un día, puede resultar frustrante por dos motivos. Las distancias entre los teatros son enormes y los frecuentes embotellamientos de tránsito hacen que sea casi imposible poder salir de una obra y entrar a otra. El trayecto desde el centro de Bogotá hasta el teatro William Shakespeare (donde sube a escena El abrigo) puede demandar una hora y media.

Muñeca. En cada teatro y cada sitio donde se promociona el festival hay un stand de venta de souvenirs. En algunos de ellos llama la atención una muñeca de tela pelirroja. Es la versión en juguete de Fanny Mikey. El homenaje se expande hasta en el merchandising.

sábado, 20 de marzo de 2010

Leonor Manso y Antonio Grimau

Respeto y resguardo de la intimidad

Por Pablo Gorlero

Silencio total. Esa es la complicidad implícita del ambiente artístico cuando dos colegas queridos están en apuros. Es lo que ocurre actualmente en torno al drama vivido por Leonor Manso y Antonio Grimau. Nunca fueron actores mediáticos que hayan utilizado la mínima excusa para obtener unas líneas o algún comentario en los medios de comunicación. Por el contrario, siempre –desde sus comienzos televisivos- guardaron un bajo perfil en torno a su vida privada, en oposición a una notoriedad adquirida como consecuencia de sus excelentes carreras. Prueba de eso es que muy pocos de aquellos que no sobrepasan los 40 tengan conocimiento, incluso, de que alguna vez fueron una pareja. Mucho menos que tuvieran un hijo. La exposición gratuita nunca fue algo que les interesase.
Por ese motivo, esta semana no hubo soplones ni infidentes. Así como ellos guardaron discreción y silencio, todos sus colegas hicieron lo mismo. Porque los quieren.
Desde otro lado, se hacen conjeturas sobre la relación que sostenían con su hijo, se los señala, se elaboran hipótesis psicológicas y familiares de una historia que sólo ellos conocen y donde nadie debería inmiscuirse.
Ayer, una vocero de Daniel Grinbank, productor de la obra Todos eran mis hijos, de Arthur Miller, comunicó que Leonor Manso tomó la decisión de no seguir formando parte del proyecto, que estaba en etapa de ensayos para estrenar el 18 de abril. Era lo esperado. Ni siquiera la profesión podría ayudarla a superar el dolor, ya que debía encarnar el papel de Kate Keller, una madre que sufre la ausencia de uno de sus hijos.
Por su parte, Antonio Grimau comunicó a la producción de El anatomista, cuyo elenco integra, que no sabe aún cuándo, pero que se reintegrará a los ensayos. Por ahora, la fecha de estreno prevista para el 7 de abril no se modificó.
Difícilmente, Leonor Manso y Antonio Grimau quieran hablar en algún momento de lo ocurrido. Es parte de su vida privada, de una intimidad que resguardaron celosamente desde siempre. Y por esa sola actitud, no merecerían que se los juzgue. Su mejor respuesta es, cuando el espíritu se los permita, volver a conmover, a su modo, sobre un escenario.

domingo, 7 de marzo de 2010

Piaf bajó el telón



Comentario publicado el 3 de marzo de 2010, en la sección Bambalinas, suplemento de Espectáculos, diario La Nación.

Vamos a extrañar a Elena Roger

Por Pablo Gorlero

El domingo 28 de febrero terminó una de las obras que más conmovieron al público teatral argentino en los últimos años: Piaf, de Pam Gems. Tal vez el presente no permita detectar muy bien la importancia de esa producción en Buenos Aires, pero dejó una marca imborrable en el sendero del teatro comercial. Fueron intrépidos sus productores al haber asumido el riesgo de traer al país el mismo montaje de un epicentro teatral de excelencia como Londres, con su misma protagonista, que no era popular ni televisiva.
A su vez, pocas veces ha sido tan complicado obtener entradas para una obra. Para conseguir cualquier tipo de ubicación, había que sacar localidades con más de quince días de anticipación y, en cada jornada, el Liceo abría su boletería con una larga fila de espectadores ávidos de emoción a flor de piel. "El detalle inusual, contrario a la regla del teatro, es dejar un éxito de esta naturaleza (ciento por ciento de la capacidad del teatro en el ciento por ciento de las funciones, durante ocho meses). Piaf merecía como mínimo todo el año en Buenos Aires, para un verano 2011 en Mar del Plata, como opción para la gente de provincias. No pudo ser", dijo por ejemplo Carlos Rottenberg, empresario del Liceo y productor teatral.
Vamos a extrañar a Piaf. A ese personaje que fue persona y que sacudió a tantas almas que la escucharon cantar en vivo o en grabaciones. Vamos a extrañar esa vida repleta de golpes a temprana edad y de estocadas mortales en pleno esplendor. Elena Roger la volvió a la vida a través de una composición que la hizo transitar por todos sus estados y momentos. Ella la entendió como pocos (así como lo hizo Virginia Lago en los años 80, espléndida). Cómo olvidar ese montaje sórdido y minimalista que hizo Jamie Lloyd, en un teatro como el Liceo -tan bello como arañado por la humedad-, en el patio trasero de la plaza del Congreso, ámbitos que parecen formar parte de la misma escenografía ideada por Soutra Gilmour.
Cómo olvidar también esa última escena donde la comunión entre la protagonista y Julia Calvo -excepcional como Toine, su amiga del alma- provoca ese abrazo previo al espectador para arrancarle las primeras lágrimas, de la conmoción final con el "Non, je ne regrette rien".
Quienes presenciamos esa última función de Piaf difícilmente podamos olvidarlo. Una sala con muy pocos invitados y mucho público real que, como todas las noches, apenas finalizó la última escena saltó como un resorte de sus butacas y aplaudió durante 15 minutos, sin parar, con convicción, con conmoción, con pasión. A través de su trabajo, Elena Roger consigue acariciar al espectador, sacudirlo, conmoverlo y extraerle el alma hasta dejarla suelta, desnuda, sin posibilidad de escape ante ese encantamiento. No es exageración: Piaf fue sublime.
Un elenco no menos emocionado, que tuvo que salir cuatro veces a saludar, agradecía ese fervor con lágrimas y sonrisas. Pero el agradecimiento venía desde toda la sala, colmada desde la platea, hasta la tertulia y en todos sus palcos. En la fila 5 se ubicó la familia de la protagonista, cuyos rostros sumaban amor y orgullo. Sus padres, en punta de banco, tuvieron que quedarse sentados un buen rato, debido a la emoción, mientras el público dejaba la sala. Dos filas atrás, en el medio, el hombre que comparte su corazón con Elena tenía la cara empapada por las lágrimas. Ella se irá por un tiempo, bastante tiempo, a conmocionar a sociedades distintas, en otro idioma y otras realidades. Bien por ella. Los miles que la vimos, y los miles que se quedaron con las ganas de verla, estaremos orgullosos. Pero vamos a extrañar mucho a Elena Roger.