jueves, 24 de junio de 2010

Carta a los senadores por el matrimonio entre personas del mismo sexo

La emotiva carta que escribió a los senadores un joven adoptado por un padre gay

"¿Entienden con el corazón lo que es ser gay?", le pregunta a los legisladores que tratan el proyecto de ley que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo; además, el adolescente de 16 años aclara: "Creen que mi viejo me inculca el ser gay o me puede contagiar, ¡se equivocan! A mí me gustan las chicas".

Publicada en el diario La Nación, el 24 de junio de 2010.

Un adolescente de 16 años escribió una conmovedora carta a la Cámara de Senadores en la que se debate el proyecto que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo, que ya tiene media sanción de Diputados. Se llama Daniel Lezana y les dice a los a los legisladores: "¿Ustedes entienden con el corazón lo que es ser gay?"
El joven cuenta brevemente su historia en la que lo separan de su hermano menor del hogar en el que vivían transitoriamente y cómo cinco veces distintas familias se lo llevaron y lo devolvieron. "¿Por qué nadie me quería?... todas las noches me lo preguntaba, hasta que me dormía, sin respuestas...", relata Daniel.
En el medio de la polémica instalada por el debate del proyecto que cuenta con media sanción, el adolescente decidió expresar su opinión porque, según él, estuvo el pasado 8 de junio en el recinto escuchando las posturas de los distintos oradores y él también quería hacer lo mismo.
En uno de los párrafos más destacados de la carta, Daniel habla de su orientación sexual. "Para los que piensan o creen que mi viejo me inculca el ser gay o me puede contagiar, ¡se equivocan! A mí me gustan las chicas y ¡mucho!", afirma fervorosamente.

El siguiente es el texto que escribió Daniel y que envío a cada uno de los senadores que por estos días discuten en comisión el proyecto de matrimonio entre personas del mismo sexo.
Sres. Senadores:
Mi nombre es Daniel Lezana, soy hijo de Luis Lezana, tengo 16 años y nos adoptamos hace seis, por eso ahora puedo llevar nuestro apellido.
El martes 8 de junio, estuve con mi papá en el Senado, escuchando las distintas opiniones, entonces yo, también quiero dar mi opinión.
Yo no divido a la gente por su sexualidad, héteros, homos, travestis... y demás, posibilidades.
Mis padres biológicos eran heterosexuales y por esas cosas de la vida, con mi hermanito, terminamos viviendo en un hogar (no quiero hablar del porqué).
Cuatro veces más, intentaron adoptarme, familias heterosexuales, y me devolvieron, porque decían que era travieso, una vez me devolvieron por que les puse mucha comida a los pececitos y se murieron, al parecer por comer mucho. Y las otras veces no recuerdo bien, sólo tenía más o menos 8 añitos.
Con todo esto, yo no digo que todos los héteros son malos, es más, yo soy hétero, me gustan las chicas y soy buena persona.
A los 10 años, apareció en el hogar Luis, mi papá del alma, como nos llamamos nosotros. Entonces el juez me dijo: "Mirá Dani , hay un Sr. soltero, que tiene un perro grande que se llama Carolo, y quiere adoptarte". Yo no lo podía creer, había una nueva esperanza para mí, yo pensaba que iba a terminar en el hogar como muchos de los chicos grandes. Ya a mi hermanito lo habían adoptado porque era muy chiquito, él sí había tenido suerte... y yo, ya era grande, ¿por qué nadie me quería?... todas las noches me lo preguntaba, hasta que me dormía, sin respuestas...
Y así fue que nos vinimos a Buenos Aires. Al principio no fue fácil. Luis es arquitecto, así que la casa siempre es un lío, siempre está remodelando algo, no tiene descanso... jajaja. Luis es re hincha, todo el día está diciendo: ¿estudiaste?, ¿te bañaste?, ¿te lavaste los dientes... ¡¡Ufa digo yo!!, ya estoy harto... pero, cuando me voy a dormir por las noches, sé que él siempre sube a taparme y a darme un beso en la frente, qué molesto... ¿no? jajaja.
Cuando pasó el tiempo y me animé a hablar con mi viejo de lo que es la homosexualidad, al principio, no me gustó, pero porque no lo entendía. A ustedes señores senadores, les debe pasar lo mismo ¿no...? ¿Ustedes entienden con el corazón lo que es ser gay?
Después con el tiempo, empecé a ver con mis ojos del corazón a Luis y Gustavo (su ex pareja, ahora se separaron)... también soy hijo de padres separados... ojo con mis traumas... jajaja. A mí, me hubiera gustado que Luis y Gustavo se casen, hubiera tenido dos papás.
Cuando vivíamos los cinco (había dos perros), todo era más divertido. Luis (mi viejo) era el malo y nosotros éramos sus víctimas... jajaja... era muy divertido, todos estábamos en su contra, él siempre tiene que organizar todo.
Según Luis (y yo me río mucho) tiene que ser madre y padre a la vez...¡es un personaje! A todos los hijos que se crían sólo con un papá o una mamá, les pasa lo mismo ¿no?, sus papás cumplen los dos roles, el mío lo hace y a veces, es re pesado.
Nosotros somos una familia, les guste o no a muchos, esta es mi familia.
Para los que piensan o creen que mi viejo me inculca el ser gay o me puede contagiar, ¡se equivocan! A mí me gustan las chicas y ¡mucho!, pero ¿qué pasa si fuera gay?, ustedes creen que es porque me crío un gay... mmm... yo no lo creo. Ahora que estoy escribiendo por los derechos de mi viejo y los míos, quisiera, que él se casara. Como me voy a casar yo el día de mañana.
El, cuando se case, lo va hacer con otro gay, que sienta como él. No se va a casar con los héteros, ¿de qué tienen miedo?, ¿qué los gays son una plaga que nos van a invadir?, Si se casa mi papá, el boletín de la escuela lo van a poder firmar los dos, a las reuniones del colegio puede venir cualquiera de ellos. Quiero tener los mismos derechos que tienen mis compañeros del colegio, y si ellos (mis papás), se separan, tener los mismos derechos, que tienen los hijos de padres separados... sus hijos los tienen y yo no, ¿por qué?
Bueno, lo último, yo estoy orgulloso del padre que tengo, de él aprendo que en la vida hay que luchar por las cosas que queremos, y yo, querido viejo, siempre estaré a tu lado.
Y por favor señores senadores, los gays se van a casar entre ellos, no tengan miedo, no se van a casar con ustedes.
Muchas gracias.
Daniel Lezana

miércoles, 23 de junio de 2010

Se terminó el despertar




Por Pablo Gorlero

Cuando se estrenó Despertar de primavera, la versión musical de la obra de Wedekind, el 19 de marzo, quien esto suscribe y un grupo de amigos coincidieron en que la obra que se había presentado era de una gran calidad en cada uno de sus aspectos, pero no se trataba ni de una comedia musical convencional, ni de un clásico de la dramaturgia universal, ni de un espectáculo para adolescentes. Difícil imaginar qué target de público iría a verlo. Es complejo, no es taquillero (ni siquiera en Broadway fue un gran éxito a pesar de los premios) y forma parte de este grupo de nuevos musicales, de factura atípica, que demuestran que el género está en permanente evolución. Y esa evolución es necesaria.
Despertar de primavera corrió con la desventaja de haber sido uno de los primeros de su tipo (en la Argentina). No le fue muy bien, tampoco mal, pero no lo suficiente como para amortizar semejante producción. El domingo se terminó y tuvieron que agregar una función más, debido a la demanda. El joven elenco y todo el equipo técnico hasta utilizaron su emoción del final para saltar y bailar con el "Bla-bla-blá", el potente tema musical más celebrado de la obra. Los fans gritaron como en un recital de rock y algunos hasta fueron disfrazados como los personajes. Los productores tuvieron ausente con aviso.
Tal vez Despertar de primavera haya dejado en la historia del género musical vernáculo a uno de los mejores elencos. Todos y cada uno de los elegidos por la producción y el director Ariel del Mastro (también en uno de sus mejores trabajos) lograban una fuerza unívoca difícil de olvidar. ¿Un consagrado? Sin dudas, Federico Salles, como Moritz.

Última función de Despertar de primavera, el domingo 21 de junio

domingo, 20 de junio de 2010

La Bella y la Bestia otra vez en Buenos Aires


Marisol Otero y Juan Rodó, en 1998 Omar Pini, Juan Rodó y Pablo Lisazo, en 1998

Pasado y presente del primer musical de Disney en Buenos Aires

Por Pablo Gorlero

En 1996, Daniel Grinbank se asoció con empresarios mexicanos con la idea de transformar a la avenida Corrientes en un símil latinoamericano de Broadway. Y comenzó con un promocionado contrato que firmó con el mismísimo Roy Disney para llevar a escena los musicales de esa fábrica de entretenimiento, en los principales centros culturales de América latina y de España. El puntapié inicial fue La Bella y la Bestia , en 1998, con una puesta que deslumbró a Buenos Aires.
Y sí, aunque ya se habían visto montajes impresionantes, como Cats o El beso de la mujer araña , podría decirse que este musical de Linda Woolverton, con letras de Howard Ashman y Tim Rice, y una partitura preciosista de Alan Menken, fue un emergente en la historia del género en la Argentina.
Cuando se estrenó en Broadway, en marzo de 1994, así como despertó admiración también elevó múltiples críticas por su recargada maquinaria escénica. Se hablaba de una suerte de "hollywoodización" de Broadway. Era verdad. ¿Pero está mal? Los musicales despojados pueden convivir con la parafernalia.
La versión argentina de aquel entonces nada tuvo que envidiarle a la estadounidense. Por el contrario, contaba con el agregado de una energía palpable y de interpretaciones inolvidables.
La señoría y la potencia de Juan Rodó, como Bestia, tenía un complemento perfecto con una debutante Marisol Otero, que derrochaba dulzura. Diego Jaraz era imparable como villano; con su elasticidad y gracia, Gustavo Monje demostraba que es uno de los mejores artistas integrales; Omar Pini, exacto y simpatiquísimo como Dindón; Rodolfo Valss, un papá loquísimo, y una pizpireta Alejandra Radano, como Babette. El elenco completo era impecable. Si hasta Elena Roger hacía pequeños papeles (una de las chicas bobas, por ejemplo). Pero hubo tres actores que fallecieron muy pronto, antes de tiempo. Nelly Fontán, deliciosa como ropero; Mónica Núñez Cortés, que irradiaba la ternura necesaria para su Potts; y Pablo Lisazo, un sinónimo de comedia musical, cuya labor es inolvidable.
Cuando se estrenó este año me resistía a verla. ¿Conservaría la magia de hace más de una década? ¿Aquel elenco impecable podría igualarse? Tardé unos cuantos meses en comprobarlo. La nueva edición de La Bella y la Bestia conserva ese preciosismo de las comedias musicales clásicas, de textura y factura impecable. Claro, el encanto no es el mismo. En aquél entonces, cuando en el prólogo, la bruja se elevaba por los aires y convertía al joven príncipe en una bestia despertaba sorpresa, admiración y era el encantamiento perfecto para lo que vendría después. Lo mismo ocurría con el armado escenográfico del castillo. Cuando aparecía en escena, en cada función se oía un murmullo de exclamación en la platea. Hoy los artilugios escénicos y los efectos especiales son moneda corriente. Ya no despiertan tanta sorpresa. Pero es una obra en la que uno no puede no pasarlo bien.
Para mí la gran sorpresa fue el dúo que componen Magalí Sánchez Alleno y Martín Ruiz, como Bella y Bestia, debutantes en roles protagónicos. Magalí es la Bella perfecta. Como si el personaje hubiera encontrado a su intérprete ideal. Voz, presencia y encanto la consolidan en este trabajo. Entretanto, Martín Ruiz no tiene la estatura imponente de Rodó, pero se descubre como un actor que supo encontrarle el alma a su criatura. Supo cómo sacarle lo horrorífico y lo entrañable. Es un personaje complejo que tiene tránsitos rápidos. Pero Ruiz le puso el alma que la Bestia necesitaba. Ambos hacen una dupla perfecta.
Federico Moore consigue encontrarle la gracia a Gastón. Se apoyó más en la composición del villano simpático que en la del odioso. Y cumple muy bien con ese propósito, correctamente acompañado por Roger González, como Lefou. Otro papel muy logrado es el de Babette, a cargo de Ana Fontán. Tanto Carlos Silveyra como Ricardo Bangueses logran trabajos muy buenos. Pero es en la conexión entre ambos donde uno añora esa dupla entrañable que conformaban Lisazo y Pini en el 98. El resto del elenco muy bien. Y habría que destacar algunas perlitas: Walter Canella, que supo sacarle mucho provecho a Monsieur D'Arque, un personaje bastante anodino; y el trío que componen Florencia Vitterbo, Jimena González y Jorgelina Maglio (sobre todo esta última), como las Chicas Bobas.
En los papeles protagónicos dos actores vuelven a estar en el elenco: Marisol Otero y Rodolfo Valss. Es evidente que Marisol Otero -la Bella anterior- supo lo que hizo cuando se postuló para otro personaje: la Señora Potts. Dota a su personaje del encanto que necesita y cuando canta "La Bella y la Bestia" entrega uno de los mejores momentos del espectáculo. Por su parte, Rodolfo (debería contarlas, pero tal vez sea el actor que más comedias musicales haya hecho en el país) vuelve a incorporar al viejo Maurice a su cuerpo. Y su personaje ha evolucionado en el mismo cuerpo que hace doce años. Compone a un viejito simpatiquísimo que vuelve muy vivo el vínculo con su hija, la heroína de la historia.


Rodolfo Valss, como Maurice en las dos versiones

Escenas de la versión 2010

domingo, 13 de junio de 2010

SERGI LÓPEZ




(Extensión de la entrevista realizada para La Nación y publicada el 26 de abril de 2010.)

"SOY UN TIPO DE SUERTE"

De villano en El laberinto del fauno, Sergi López pasó a ser un padre abnegado en Ricky y un amante sin límites en Partir

Por Pablo Gorlero


Allí, muerto de calor, luego de una docena de entrevistas, en uno de los sillones más cómodos del Four Seasons porteño, Sergi López no pierde el humor ni la sonrisa. Es un tipo macanudo. "¿Cómo voy a estar cansado si soy un afortunado? Estoy acá porque no paro de hacer películas", dice con absoluta sinceridad y convicción.
Cuenta que el cine llegó a su vida casi por casualidad, pero que ama el teatro; que sabe muy bien que, sin ser el prototipo del galán, lo llaman seguido para hacer personajes sensuales, y que le divierte muchísimo encarnar al malo de la historia.
Ya a estas alturas es bien conocido por estas latitudes. Pero un currículum que incluye títulos, como Harry, un amigo que te quiere bien, Negocios riesgosos, El laberinto del fauno, Una relación particular, El cielo abierto y Sólo mía, entre una treintena de títulos, lo llevaron a convertirse en una importante figura del cine internacional, idolatrado de igual forma en Francia y en España. Precisamente, Sergi llegó a Buenos Aires hace un mes para presentarse en la semana del cine francés. Dos títulos de ese origen se estrenarán este año y lo cuentan como protagonista: Ricky, de François Ozon, y Partir, de Catherine Corsini.
En la primera, comparte cartel con Alexandra Lamy y una nena impresionante: Melusine Mayance. "No había visto las películas de François Ozon, pero lo conocía a él. No es un tipo campechano, sencillo y en camiseta, sino un poco sofisticado, un dandy . Hace unas películas muy cuidadas y siempre te lleva por pistas falsas", avanza Sergi. Y algo de eso tiene que haber para que Ozon se aventure a realizar un film cuyo protagonista es un niño con alas, fruto de un enamoramiento entre dos obreros. Está lejos de Tobi , aquella emblemática película española de 1978, en la que un niño alado era señalado por la sociedad. "No es una película común. Una fábrica, una familia monoparental, este tío que luego aparece, un bebe, malos tratos y luego... ¿cómo que tiene alas? De entrada, cuando la leí pensé que era una gilipollas enorme, una boludez de campeonato. Me di cuenta de que era un riesgo. La famosa frase del niño con alas es una trampa. Puede parecer una convención comercial, pero es un gran riesgo. Aunque me di cuenta de que la historia sería la misma si, en lugar de alas, el niño tuviera una alergia", explica el actor. "Ozon no puede evitar contarte historias para dejarte perplejo sin saber a qué sitio irán. Todo es misterioso e inquietante. No sabes por dónde te va a salir y eso a él le encanta. En Francia, hicieron la táctica de no decir nada de qué se trataba. Pero en España, hice todo al revés. Les conté a todos lo del niño con alas. Porque, en definitiva, en esta historia está todo el mundo como fuera de lugar."
Dos imágenes de Ricky, de Francois Ozon
-¿Cómo se siente eso de estar tironeado por dos países?
-Es surrealista. Se vive bien, es un privilegio. Sólo faltaría que me queje, ¡hostia! Es proporcional lo bien que me va con lo inesperado. Soy de Vilanova i la Geltrú, al sur de Barcelona, al lado de Sitges. Me fui a París a estudiar a la Ecole Internationale de Théâtre et Mouvement, de Jacques Lecoq. Había trabajado con un muchacho que estaba en esa escuela. Tenía 25 años, ahora tengo 44. Fue en el 90. No era tan jovencito, es decir, no empecé a los 16. Allí, de casualidad, vi pegado un papelito en la secretaría que decía: «Se busca actor con acento español para primer largometraje de cine». ¡Hostia! Yo hablaba francés fatal y fui por curiosidad. Así comencé. Como el director no tenía todo el dinero para hacerla decidió rodar los primeros diez minutos para ir a buscar los fondos que le faltaban con ese material. El tío me cogió, estuvimos rodando una semana y un fin de semana y, al año siguiente, cuando empecé nuevamente la escuela, me llama y me dice: “Sí”. “¿Sí qué?”, le pregunto. “Que he encontrado el dinero y que nos vamos dos meses a Normandía a rodar”. Le dije que no podía. Me dijo que estaba loco. Si no iba, para él era una putada. De todos modos, le expliqué: “Yo no he venido aquí a hacer cine. Esto es una escuela privada, la pago yo, me cuesta una pasta que te cagas… Además la escuela está muy bien, está muy bien de creación”. Pero me dice: “Esto es cine”. Realmente no podía dejar la escuela dos meses, porque no son cursillos. Es una carrera, con muchas materias, vas del clown a los bufones, a la tragedia, a la Commedia dell’Arte… Si te tienes que ir dos meses, tienes que dejarlo. Al final nos pusimos de acuerdo. Filmamos dos fines de semana. Entonces te das cuenta de que me encontré con el cine por accidente. Tengo amigos que, de jovencitos, se han ido a Londres, a los Estados Unidos o a Francia, porque querían hacer cine. Pero para mí fue de casualidad. Mi relación con Francia es de puta madre, no lo entiendo muy bien porque tengo acento catalán y hablo francés con acento marcado. Cuando terminé esa película, me sugirieron que me quedara a hacer «mi carrera de cine» allí. ¡Si yo iba a hacer teatro! Me proponían papeles de inmigrantes españoles, pero siempre de inmigrante-inmigrante. No sabía adónde iba a parar eso. Además, París es una ciudad cara. Y esa idea de actor, de sufrir en casa esperando a que me llamen, no me va. Porque si eres actor y no te llaman para actuar, te pones en duda tú mismo. En cambio, poder hacer cosas propias te da una fuerza brutal. Por eso, el teatro me ha salvado la vida y la escuela de Lecoq también. Allí aprendes a trabajar sobre la idea de crear y utilizar la improvisación para desarrollar temas. Te sugieren cosas y puedes escribir sobre ellas. Estamos hablando de la Escuela Internacional de Teatro Jacques Lecoq. Éramos casi todos extranjeros, había algunos argentinos también. De 50 tipos en mi clase sólo dos eran franceses. Bueno, reaalmente no podía dejar la escuela dos meses, porque no son cursillos, sino materias. Vas del clown a los bufones, de la tragedia a la Commedia dell’Arte… Si te tienes que ir dos meses, déjalo. Bueno, entonces nos pusimos de acuerdo con el director y filmamos durante dos fines de semana.
El cielo abierto
-¿Ese modelo aprendido en la escuela de Lecoq tomaste para tu unipersonal Non solum?
-Sí, todavía lo estoy haciendo. Todo lo que hago en teatro es creación personal. Lo demás, me viene de suerte. Estrenamos esta obra hace cinco años, en catalán. Al cabo de un año la presentamos en francés, y desde hace tres meses, en castellano. Pronto iremos a Madrid. Antes hacía teatro con otro compañero, un espectáculo de clown, sin nariz roja, pero dos horas de clown… Lo tuve que dejar porque en teatro ahora te sale una fecha y es así. En cambio en cine, el plan es rodar en septiembre octubre y después termina siendo noviembre-diciembre. Es un cachondeo. Las fechas se mueven. Entonces fue complicado. Porque cuando no me conocía nadie, como éramos dos, en lugar de ir yo a la obra de teatro encontrábamos a un sustituto para ambos. Y cuando a mí no me conocía nadie no había problema, pero cuando me empezaron a conocer un poco y en mi lugar iba un tal Luis Guerrero, que no conocía nadie… Incluso mi compañero era más conocido que yo: Tony Albá. Bueno, lo dejé y estuve tres años sin hacer teatro y estaba en una moto… Cuando veía amigos míos sobre un escenario me daban ganas de ponerme a actuar, a escribir, a improvisar.
Non solum
-¿Estás preparando otro espectáculo?
-Estamos hablando mucho con Jorge Picó, otro tío que estuvo conmigo en la escuela. Nos hemos ido haciendo amigos y su mujer trabaja conmigo. Con Jorge estamos hablando de muchas cosas, queremos escribir otra obra y canciones, una película, un libro, etcétera.
-¿Elegís mucho el trabajo?
-Sí. Por eso, no me quejo mucho. Lo que me pasa es una exageración y hasta me da vergüenza. Me mandan cosas para leer de Francia, de España, de Inglaterra, de los Estados Unidos y, físicamente, no puedo hacer todo. Entonces tengo que escoger por cojones. Intento hacer sólo cosas que me gustan. Y si nada me gusta, pues no hago nada. Estoy supercontento.
-¿Qué debe tener un proyecto para que lo aceptes?
-No lo sé… Tengo poca cultura cinematográfica, entonces no me puedo guiar por nombres. He trabajado muchas veces con directores desconocidos que resultaron ser "number one". Y películas que yo ni me he imaginado y personajes que ni se me hubieran ocurrido y han acabado siendo brutales. Por eso intento no tener ninguna idea preconcebida de lo que espero. Es curioso porque este privilegio que tengo de que me manden cosas a veces no te sirve de nada. Basta que te digan que estaría bien hacer una comedia para que te manden una comedia que no te gusta. O tienes ganas de hacer un mafioso, pero después lo lees y no te gusta.
-¿Por dónde te pega la elección de una historia? ¿Por cómo está escrita o desde la visión del actor para encarnar tal o cual personaje?
-No, no consigo hacerlo. Alguna vez me ha pasado de leer un guión en el que mi personaje está muy bien. Exuberante, piscina con cocodrilos, un personaje luminoso, extravagante, pero luego la película… Oh… ¿Y voy a lucirme con un personaje interesante, en una historia que no lo es? El cielo abierto era una comedia muy buena de Elvira Lindo, muy graciosa e ingeniosa… pero mi personaje era aburrido, un psiquiatra que se había separado y que se encontraba con una mujer espectacular, garrula. Yo le decía al director, qué aburrido este personaje: era buen tío, no hacía nada… pero sin embargo, la peli necesitaba a este tío al lado de esta tía. Necesito creer, decirme que hay algo en la historia que está bien y que cuenta algo interesante. Si no, no me siento bien. No me gusta hacerme un catálogo de personajes distintos.

Vidal, el villano de El laberinto del fauno
-¿Qué te gustó de estas dos últimas (Ricky y Partir)?
-Ambas tienen algo que es explicativo de lo que vivo. Tengo la suerte de trabajar con estos exponentes del cine de autor: gente que cuenta historias que sólo ellos podrían contar de esa manera. Es decir, que no hay una mentalidad industrial o de construir un producto para llegar a un segmento de público concreto. Son autores. Con la directora de Partir (Catherine Corsini) ya había trabajado antes. Es una tía que tiene una implicación siempre política o feminista. Siempre ha sido muy militante, de izquierda. Aquí armó una estructura clásica: un marido, una mujer y su amante. Es curioso pero es como que tiene algo de historia que ya has visto. Ellos de clase alta y mi personaje, un obrero. La historia de una tía que se vuelve loca de amor por este tío, pero porque eso la hace dar cuenta de hasta qué punto está “secuestrada” en su matrimonio. O sea, no puede ni comprarse una botella de agua, depende de su marido, siente esta cosa un poco clásica: el amante animal. Mi personaje representa eso y ayuda mi acento catalán y que soy peludo. Pero este personaje también tiene algo femenino. Y no lo digo en forma peyorativa. Es un modelo de hombre que no soluciona, sino que la sigue, le da besos, la escucha y lo que le propone es idílico. Tu ves que van hacia un sitio donde parece que no van a terminar bien… Es como una carrera sin final o con final trágico. Pero sin embargo, la tía avanza y el tío no la frena, continúa siguiéndola.
Partir
-En esta película se ve una conexión muy importante entre vos y la actriz, Kristin Scott Thomas…
-(Se ríe) Son esas cosas que logra el cine.
-¿Vos averiguás quién va a ser tu partenaire cuando te convocan?
-No. Es una lotería. Entre nosotros, con Christine no nos entendimos tanto, no fue una relación profunda, intuitiva, no tuvimos química. Pero entiendo lo que dices porque cuando vi la peli dije: ¡Hostia! Le dije a la directora: “Estoy alucinado, parece que estuviéramos enamorados”. Incluso ella está guapa y no te cansas de verla. Cuando Corsini nos dio la peli estábamos seguros de que tenía algo que no estaba escrito. Lo que estaba escrito, en el fondo, era bastante convencional. Entiendo que esto tendrá sentido si entre los tres encontramos algo que no está escrito. Al principio, el guión era muy sexual. Había algo de sensual en la mirada, en cómo nos tocamos. Y sabíamos que si eso no te lo crees, la película será una mierda. Es brutal lo que tiene el cine. Puedes contar la historia de la misma manera y tocar momentos de belleza. En un momento el guión dice: “Está sola, en el campo, entre los árboles, se pasea y le entra una abeja en el vestido. Y le da risa y se ríe sola”. Lo lees y dices: “Hostia… ¿qué es esto?”. Y esa escena es increíble. Hasta yo la veo bella. Esas cosas que son imposibles de prever.
-¿Cómo definirías a Ricky? ¿Como una película del género fantástico?
-No lo sé… Si tuviera un defecto diría que lo de las alas es una falsa pista. El laberinto del fauno es más unánime, tiene una línea de narración como una aplanadora. Guillermo del Toro no te da hostia. A mí no me gustan las películas de monstruitos y está muy bien. Cómo se le ocurre a un tío hacer la guerra civil española como un monstruo con unas alas.
-¿Aquél fue tu gran papel?
-Bueno… ese es un papel que la gente, al menos en España, y creo que aquí en la Argentina también, está muy marcado, muy puesto en valor. El cine tiene esto también, que tú te pones ahí así… sin nada y, detrás, tienes un batallón de tíos que logran muchas cosas sin que tú hagas nada. Vidal es un personaje que podía ser un poco maniqueísta, porque es malo con él, con los otros, con su pasado, con su futuro, con todo… pero sin embargo, tiene un montón de detalles. Es muy salvaje. Como un malvado de película, el ogro de un cuento de hadas.
El laberinto del fauno
-¿Te divierten esos personajes? Tenés un montón de villanos.
-Sí, es más divertido hacer malos que buenos. Imagino que si a un niño le dices: “vamos a jugar a Caperucita roja, ¿qué personaje quieres hacer?”… seguro te dice: El lobo. Hacer un malo es más libre, tienes menos barreras morales y cosas que te alejan más de ti. Tienes una distancia con lo que actuar. Lecoq decía que lo más difícil de actuar es lo más cercano. Los animales más complicados de representar son los monos. Se confunde mal, no sabés cuándo se acaba el mono y empiezas tú. El malvado, el monstruo, tiene algo más de infantil, algo divertido, algo lúdico.
Harry, un amigo que te quiere bien (izq.); y Love Affaire (der.)
-Sin ser el prototipo de galán, también representás a un prototipo de hombre deseable. ¿Sos un nuevo Marlon Brando?
-Ja… ¿Has visto qué bueno? Pero en las comparaciones puedo salir perdiendo. Me doy cuenta de que lo de la seducción… Bueno, es una cosa en la que el cine tiene mucho que ver. Hace un mayor culto a la persona. A mí también me pasa que veo actores o actrices y digo: ¡Hostia, qué tío, qué tía!… Y bueno… con las tías siempre me ha ido bien, pero nunca he ido por la calle y se han dado la vuelta y han dicho: “¡qué sensualidad, qué cosa!”… Pero con esto del cine me encuentro con gente que me dice cosas enormes… Bueno porque han visto películas y las películas tienen esta cosa mágica, inexplicable. Una relación pornográfica (Love Affaire) empieza ahí con una tía esperando en un bar y contando: “La primera vez que lo vi, no me pareció guapo, tenía un atractivo…”. Y se ve una imagen relentizada de mi entrada. La veo y le sonrío. ¡Y la cámara hizo maravillas! En su texto ella dice: “Cuando sonreía, toda su cara sonreía”… Eso lo haces en una peli y se logra, tu crees que eres testimonio de ese momento. La gente cree que estamos enamorados y no es verdad. Eso juega a favor. Sé que en muchas pelis acabo haciendo cosas que son sensuales o sexuales… Eso me parece cojonudo, algo positivo que les guste a las tías. Pero es algo que me sobrepasa. No es lo más importante de mi carrera, pero me lo tomo como algo muy positivo. Tal vez las pelis que hago inspiran a otros directores. Te voy a contar algo respecto de la sensualidad que se puede ver de mí en una peli. El otro día, en Italia, presentamos Partir en una sala de cine pequeñita, con 50 periodistas. Versión original, subtitulada, se acaba la película. Mujeres y hombres comentando. De pronto, una periodista dispara: “Señora Corsini, ¿me puede explicar cómo, para hacer una película que va de amor y de sexo, escoge a este hombre que no tiene ningún sex appeal?” (Risas). Bueno, es evidente que a la tía no le gusté en absoluto y no entendía cómo se me podía coger a mí. No le quito razón, yo soy el primer sorprendido. Como a todos en la vida, me he encontrado con chicas que me han dicho que era el muchacho más guapo del mundo o el más normal, algunas me prefirieron delgado y otras mejor gordo. Por suerte, para los gustos todo vale.