miércoles, 13 de abril de 2011

La topadora Disney, en Broadway


Scarlett Strallen y Adam Fiorentino, como Mary y Bert

La división teatral de la megacompañía se unió con Cameron Mackintosh para llevar a escena la historia de la niñera mágica de Londres




(Nota publicada en La Nación, el 2 de agosto de 2009.)

Por Pablo Gorlero

Enviado especial

NUEVA YORK.- Los efectos especiales en el teatro musical se fueron afianzando de a poco. En 1981 el público se sorprendía con el neumático que ascendía hasta "el edén sideral", en Cats ; cinco años después aplaudía a rabiar la araña de El fantasma de la ópera ; y en 1989 se impresionaba con el helicóptero que aparecía en escena, en Miss Saigón . Pero tenía que irrumpir la topadora Disney para dejar a todos pequeñitos en su ambición. A principios de los años 90, la compañía creó su división teatral para lanzar una artillería de artilugios escénicos y efectos especiales con La Bella y la Bestia . Tan espectacular como barroca, fue un éxito que comenzó en 1994, estuvo 11 años en Broadway y hoy en día tiene 5 compañías en el mundo. El siguiente proyecto que cobró vida de esa fábrica de ideas es el mejor: El rey león , en 1997. El ingenio de Julie Taymor plasmó en escena una de las obras musicales más impresionantes. Hoy continúa en cartel y es la tercera obra más vista en Broadway, está en los primeros puestos de Londres y tiene ocho compañías en América, Europa y Asia. Le siguieron El jorobado de Notre Dame (1999), en Berlín; Aída (2000), Mary Poppins (2004), Tarzán (2006), La sirenita y High School Musical (2007). Lo interesante de Disney es cuando todo ese artilugio lo pone en función del hecho artístico y es lo que ocurre en Mary Poppins , uno de los mejores montajes que pueden apreciarse hoy en día en esta ciudad.

Esta gran comedia musical es el primer espectáculo que coproducen Disney y Cameron Mackintosh, algo así como el emperador del musical en materia de producción ( Los miserables, El fantasma de la ópera, Cats , etc.). Es una vieja idea de Mackintosh que le llevó 25 años plasmar. El libro de Julian Fellowes no está basado en la película de Walt Disney, sino en las historias originales de P. L. Travers, la escritora británica que creó el personaje en 1934. Así fue que Mackintosh decidió tomar algunas de esas historias que Travers escribió e incorporarles las canciones que los hermanos Richard M. y Robert B. Sherman hicieron para la película de 1964 (film que no la convenció del todo). El productor logró combinar estas historias para volver a las conocidas canciones más funcionales al hecho dramático, en sentidos distintos a los de la película. El libro fue escrito por Julian Fellowes, y el productor le encargó nuevas canciones a George Stiles y Anthony Drewe. Se tardaron tres años en concebirlo, pero apenas se estrenó en el West End, el público británico la amó. A Broadway llegó en noviembre de 2006 y, aunque no es una de las obras más requeridas del circuito, podría decirse que está consolidada.

Tomó el escenario que reabrió El rey león , en 1997 (hoy en otro teatro): el Amsterdam Theatre, uno de los más hermosos de Nueva York. Barroco y rococó por donde se lo mire, en él todavía se respira la vitalidad que durante muchas décadas supo darle el gran Florenz Ziegfeld, padre de la revista norteamericana. Mary Poppins es una obra que pueden disfrutar de igual modo chicos y grandes. Pero aquellos que quieren encontrar una versión teatralizada de aquel clásico cinematográfico, tal vez se desilusionen un poco. El argumento, en líneas generales, es el mismo, pero las situaciones, las diversas subtramas y algunos personajes son muy distintos. Aquí los chicos Banks son mucho más rebeldes que los ingenuos de la película; su padre, el señor Banks, se debate entre ayudar a un acaudalado banquero a prosperar en sus negocios o a un pequeño emprendedor que no ofrece garantías; y Winifred no es una dama sufragista sino un ama de casa rica que no sabe muy bien cómo ser una buena madre y esposa.

Pero están las canciones más conocidas: "A Spoonfull of Sugar", "Supercalifragilisticexpialidocious" (con coreografía para aprenderse), "Chim-chim-cheree", "Feed the Birds" y "Jolly Holiday"; y hay otras preciosas como "Practically Perfect" o "Anything Can Happen". La espectacularidad está puesta en la escenografía y en los vuelos. La mansión de los Banks puede elevarse o descender para mostrar el cuarto superior de los chicos, la planta baja, el sótano o el techo. A su vez, uno de los cuadros que despierta mayor admiración es el baile de los deshollinadores ("Step in Time"), con unos virtuosos arreglos musicales. El tap y la percusión allí son más hermanos que nunca, la coreografía ruge y el público se queda perplejo cuando Bert camina por la pared y termina su "gracia" zapateando y cantando cabeza abajo. Y la emoción está puesta cuando Mary Poppins acaricia el alma de los espectadores volando, tierna, sobre sus cabezas.

Scarlett Strallen es encantadora como la mágica niñera y enriquece esa imagen que uno tiene de Julie Andrews, y Jane Carr compone a una nana tan odiosa como graciosa. Pero aunque el australiano Adam Fiorentino sea talentoso como bailarín y cantante está a kilómetros de distancia de la gracia que tenía Dick Van Dyke. Las comparaciones son inevitables.