domingo, 21 de diciembre de 2008

El regreso de Hijitus



Las fotos son gentileza de Mariana Araujo (del diario La Nación)

Chucu-chucu-chucu

Manuel García Ferré, a los 80 años, revive en DVD al personaje que acompañó a muchas generaciones de argentinos durante 40 años

Por Pablo Gorlero



(Este reportaje es el "crudo" del publicado por el diario La Nación el lunes 22 de diciembre. El backstage y la versión editada se pueden ver en http://www.lanacion.com.ar/.)




Quien esto escribe, tevemaníaco de los años 70, sabía que en algún momento del día una musiquita característica (muy difícil de definir) anunciaría que comenzaba un nuevo episodio de Las aventuras de Hijitus. Desde 1967 fueron 52 capítulos que, cada día, en cinco horarios distintos, se emitían con un minuto de duración por Canal 13 y culminaban a fin de mes. Eso ocurrió a lo largo de siete años y se repitieron durante muchos años más. Es decir, acompañando la niñez de muchos. Por eso hoy, sobre todo los que pasan los treinta y los cuarenta, no necesitan demasiado esfuerzo para recordar cada una de esas historias que involucraban a personajes tan extraños como carismáticos, en aventuras que los llevaban a conocer a otros seres tan extraños y carismáticos como ellos. Quién hoy en día no sabe que Hijitus era un “nenitus” de sombrero rotoso que, cuando lo atravesaba, se convertía en el superhéroe más chiquito de la historia de los dibujos animados.
O quién no reconoce a ese maldito y tonto a la vez Profesor Neurus, acompañado por tres secuaces graciosísimos como Larguirucho, el porteñazo Pucho y el amorfo Serrucho. Y la lista es larguísima: Pichichus, Oaki, Gold Silver, El Comisario, el Boxitracio, Cachavacha y el Búho, Kechum, el Gran Hampa, Bodega, Rapiño, Gutiérrez, el robot Trucu, Raimundo, Sempronia, el Dragoncito Cantor, Dedo Negro o La Vecinita D’enfrente.
Todos estos personajes fueron creados por el Walt Disney local –aunque en realidad nació en Almería, España-: Manuel García Ferré. Y en su historia no están sólo Hijitus y Larguirucho, sino largometrajes, programas televisivos infantiles, cortos educativos y publicaciones que acompañaron el crecimiento y la evolución cultural de miles de chicos que hoy son adultos: El libro gordo de Petete y la revista Anteojito. Hace tres semanas, Leader Music lanzó, por primera vez, la colección completa de Las aventuras de Hijitus: dos packs de cinco DVD cada uno que, además, contienen wall papers, videoclips, ringtones y todos esos chirimbolos que entienden los más jóvenes (ver gacetilla aparte).
Sus películas (Mil intentos y un invento, Petete y Trapito, Ico, el caballito valiente, Manuelita y Corazón, las aventuras de Pantriste) a menudo parten de cuentos infantiles escritos por él. Es un amante de la metáfora y de la entrelínea, e le dio alma a espantapájaros, buzones, bancos de plaza, barriles, verduras y pararrayos. En las gigantescas oficinas-estudios donde, durante muchos años, se editaron revistas y se crearon películas y programas de televisión, Manuel García Ferré recibió a cronista, fotógrafa y camarógrafo de La Nación, con la humildad de los sabios. Como buen animador, el ego lo vuelca en sus criaturas, a las que no deja de tocar, acariciar o mostrar orgullosamente. Así aparecen de sus mágicas arcas los verdaderos Petete, El Patriarca de los Pájaros o Hijitus, así como aquellos primeros souvenirs casi artesanales, en madera o PVC.
“Si me lo alcanzara… de estos se hicieron unos cuantos… para poner los lápices… y estos los conseguía de Salta: vasijitas de barro que vendían en la feria, entonces se los colgaba. Cuando debutó en televisión, cruzaba la pantallita e iba arrastrando las latitas. Así estuvo una semana, despertó un interés enorme”, explica mientras muestra un muñequito de madera de Hijitus. “Casi todo fue hecho en la Argentina, hubo algunos que hicimos en China, pero aquí se hizo la mayoría”, agrega con orgullo.
-Cuénteme, don Manuel, ¿esto estaba planeado o fue casualidad?
-No estaba planeado. Pero siempre he pensado que Las aventuras de Hijitus es un material constante, que tiene vida y una vigencia permanente porque los móviles de cada uno de los personajes no son de una época o de un estilo, sino que son humanos, entonces trascienden. Tanto en su vestimenta y en su forma se trata de que no sean de una época determinada, ni muy locales: que sean más “fantasía”, para que puedan resistir a la moda y al tiempo. Pero en cuanto al contenido, para mí, son eternos por los móviles que tienen.
-Seguramente para Walt Disney su favorito era Mickey Mouse, ¿para usted su favorito es Hijitus?
-Es uno de los favoritos, junto con Anteojito, Petete e Ico… Son varios. Uno siempre a los personajes los quiere porque todos han nacido en un momento de entusiasmo, de cariño, de querer crear algo.
-¿El primero fue Pi-Pío, no?
-Fue mi primera oportunidad y salió en la revista Billiken. En esa historieta estuvo el germen de algunos personajes. Por ejemplo, Calculín, y un esbozo de Hijitus, que todavía no tenía un sombrerito alto, sino uno tipo hongo. Al pasar el tiempo, pensé que Hijitus tenía personalidad y que le hacía falta algo mágico. Entonces se me ocurrió hacer lo del sombrero, como si fuera la varita mágica que, al traspasarlo, aparecía el otro yo de Hijitus. Era el de hacer justicia, el de hacer el bien se transformaba en Super.
-¿Y cuándo es que se le aparece eso a un creativo? ¿En qué momento se ve al personaje y se dice: esto puede trascender mucho más allá de lo que estoy haciendo ahora?
-Yo también lo quisiera saber. Todas estas cosas ocurren cuando uno menos lo espera o en cualquier situación… Esos momentos es cuestión de pescarlo al vuelo y, luego, agarrar el lápiz e ir dándole forma y perfeccionándolo.
-¿Cómo describiría a Hijitus?
-Es un personaje tierno, simple, que se transforma y adquiere superpoderes cuando hay una injusticia o se plantea una cuestión. Mi planteo era contra qué lucharía Hijitus. Así fue que inventé a Neurus, que era un cúmulo de prepotencia, soberbia y ambición desmedida. Como siempre en función de la maldad está la bondad, necesitaba que Neurus plantee una situación límite para que Hijitus y Super Hijitus tuvieran fuerza. Luego inventé unos colaterales de Neurus, que fueron Larguirucho, Serrucho y Pucho. Esa trilogía de ratones, eran los que realizaban sus maldades. Eso también derivó a crearle un Pichichus a Hijitus. Era su vanguardia, que olfateaba, rastreaba y le llevaba la información a su amo.
-Como su Pepe Grillo…
-Claro, sí… Pero más que la conciencia, vendría ser el “olfa” de Hijitus. Era el que siempre espiaba, miraba y luego corría y le planteaba la situación a para que la resuelva.
-Lo interesante del villano y el héroe es que también había algo ahí en el medio, un nexo, que era Larguirucho, como este tonto que no distinguía entre el bien y el mal…
-Es el personaje acomodaticio a las situaciones, tan común en la vida real. Por eso digo que estos personajes no pierden vigencia. Los móviles de Neurus y sus secuaces ocurren todos los días, en todos los países del mundo: la ambición desmedida, la soberbia… Por eso es que Larguirucho tomó una fuerza muy especial, sobre todo en los adultos, cuando le dice a Neurus refranes. Se pone en doctor, cuando es el que menos autoridad moral tendría.
-Le iba a hablar de eso… Hay una doble lectura social, no sólo en Las aventuras de Hijitus sino en varias de sus creaciones. ¿Eso es deliberado, o surge espontáneamente?
-En parte es deliberado. Los medios masivos, tanto de impresión como de televisión o radio, dedicados al mundo infantil, deben tener un autocontrol de parte del autor. El autor tiene que transmitir buen gusto, enseñar una cierta moral y huir de las cosas que tienen mal equilibrio. El chico está en una etapa de formación, no es como el adulto, que ya tiene su personalidad formada. Si la televisión lo llena de imágenes falsas o de violencia, eso se fomenta. Ya de por sí el ser humano es violento. Ahí tomé conciencia de la enorme responsabilidad que tenemos los que nos dedicamos a productos infantiles, porque son formativos de la personalidad de una o dos generaciones… lo que nos toque vivir. La televisión, sobre todo, cumple una función de entretenimiento, de información, pero también de formación. Por eso en esta historieta, por ejemplo, quise tener personajes para que el chico tenga a quien querer y a quien no. Por ejemplo Cachavacha, era un colateral de Neurus pero, a su vez, también era una competencia, aunque a veces se asociara a él para atacar a Hijitus, quien tenía que usar el ingenio.
-… O el Gran Hampa: demuestra que siempre hay un mal mayor…
-Exacto. Siempre hay un mal mayor y un Gran Hampa detrás.
-Tal vez por eso sea que tantas generaciones que crecimos con sus personajes, hasta el día de hoy, todavía queremos seguir legándoselos a los que vienen detrás y emocionándonos cuando los vemos…
-Creo que mientras un personaje se alimente con ideas, ingenio, nuevas situaciones y se traslade a la evolución que va teniendo la humanidad, tiene vigencia. Diferente es una caricatura de una época o un trabajo de filmación o de ilustración que refleje determinado momento histórico. En Hijitus es pura fantasía, es atemporal. Como pueden ser Blancanieves o Pinocho. Tienen contenido humano.
-Bueno, en Corazón, las aventuras de Pantriste quedó muy reflejado eso, cuando se estrenó parecía una alegoría de la situación política argentina de entonces…
-Además se me ocurrió que con la palabra pan funcionaban todos los personajes: el padre era Pan Duro porque tenía un carácter muy fuerte; la madre era Pan Dulce, porque era más tierna; la novia era Pandereta, porque era más alegre… Todos eran así.
-Cómo aparece esta idea de romper con los cánones tradicionales y crear, por ejemplo, un bebé que, al principio, era una oveja descarriada.
-Oaki es un reflejo real: es el chico malcriado que cree que todo es fácil y sencillo porque los padres les dan todos los gustos. Sobre todo porque tiene un padre multimillonario, entonces lo que el niño le pide ya está concedido. Cuando se ve demasiado controlado por Gutiérrez, el mayordomo, se hace amigo de Larguirucho. ¿Por qué? Porque lo que le falta a Oaki es calle y Larguirucho tiene mucha. Por eso cuando Larguirucho entra en la casa de Gold Silver, se da la gran vida. Y esa es la causa del malestar que tiene el mayordomo: ¿Cómo un ratón casi linyera como Larguirucho se la da de gran señor?
-Encima si lo agarra un semiólogo se hace una panzada porque Oaki, además, no tiene pies… o no se le ven…
-La forma de caminar es un recuerdo de cuando yo era chico, en España. Por aquel entonces todavía existía la costumbre de envolver a los chicos en un pañal. Era otro tipo de crianza, otros tiempos. De ahí se me ocurrió la idea de dejarlo envuelto en esa especie de pañal largo y de que caminara como un gusanito. Esa forma de andar producía gracia. Siempre con su paragüitas, además.
-Antes de empezar la entrevista usted hablaba del diseño simple que tienen sus dibujos animados. Si nos ponemos a analizar la evolución que tuvo el dibujo animado a nivel mundial, se puede decir que en el rubro de series televisivas se volvió al trazo simple… Las chicas superpoderosas o los dibujos de Gendy Tartakowsky parecen que hubieran tomado a los suyos de modelo.
-Bueno, es que creo que todo vuelve. Porque hacer síntesis es mucho más difícil que hacer una cosa compleja que, a su vez, podría presentar muchas falencias. Sin embargo, una caricatura bien hecha con cuatro rasgos es muy difícil de lograr porque llegar a expresar sentimientos en dos o tres líneas es como lograr las grandes melodías, que siempre son las notas más básicas y más elementales , que ya están agotadas, porque algún músico ya las hizo, se busca lo complejo o se buscan melodías mucho más sofisticadas. Creo en lo sencillo porque es lo que mejor transmite, lo que más llega, es más natural y espontáneo.
-Activan más la imaginación de los chicos las piernas raras de Hijitus que dos piernas comunes y corrientes…
-Sí, también dan cierta comicidad.
-¿Por qué Hijitus avanzaba arrastrando una soga con tachitos?
-También fue por recuerdos de mi infancia. Era la época de la guerra civil española. No había juguetes, entonces jugábamos de pequeñitos con un piolín y atábamos varias latas, para arrastrarlas, haciendo ruido como si fuera una música . De ahí surgió la idea. Porqué no agregarle a ese personaje varios tachitos, latas de conserva, o de frutas, y que las arrastarra. Eso le dio cierta característica.
-¿Hijitus era un chico de la calle?
-Es una fantasía. Diría más bien que es un sentimiento que toma forma. Es el sentimiento del chico solo, que está un poco abandonado aunque se las rebusca para sobrevivir, pero buscando siempre la bondad. En su sueño logra inventar que, a través de su sombrero, se transforma en súper. En el fondo es una ilusión.
-¿Cómo aparece el Boxitracio?
-En el desarrollo de los casi siete años que estuve realizando la serie de Hijitus, cada dos o tres meses me veía obligado a agregar un personaje nuevo para darle mayor interés. Así nacieron Ketchum, que era el primo rosarino de Pucho; el Boxitracio; o Raimundo, a quien Larguirucho le decía: “Ay, Raimundo, ¿para qué viniste a este mundo?” porque era tan travieso que lo volvía loco. También nacieron Sempronia, el Director del Museo, el robot Trucu, y una serie de personajes accidentales que duraban dos o tres episodios. El Boxitracio fue uno de los que más prendió: “Terequete tere uauaua…”
-¿Anteojito surgió dentro de Hijitus?
-No, Anteojito surge dentro de una tira televisiva que se me ocurre ofrecerle al Canal 9 en aquella época, cuando lo manejaban Julio Korn y Alejandro Romay. En vez de hacer una tanda de avisos deshilvanada, les propuse hacer una tanda de avisos orgánica. Así fue que inventé a un tío para los productos adultos y a un sobrino para los infantiles. Por ejemplo, en un viaje al espacio, Anteojito le decía al tío: “Ya tengo preparado el cohete, ¿trajiste el agua Villavicencio y mi plancha Atma para cuando lleguemos a la Luna?”. O “no te olvides de traer tus caramelos DRF o tus zapatillas Skypy”. Bueno, llegué a tener en alguna tanda hasta 19 avisadores de diez segundos. Cada historieta duraba unos 15 días, cuando renovaba el tema.
-¿De qué año hablamos?
-La revista Anteojito salió en el período 1963-64… La tira se hizo desde 1963 a 1969: seis años… Otro ejemplo: una visita al museo. Anteojito dice: “Tío, preparate porque vamos a ir al Museo de Bellas Artes”. Entraban y se veía el primer cuadro, que era La Gioconda. “Este es el cuadro La Gioconda, este otro es la Nobleza Gaucha, y este es Plancha Atma”. Hacían un viaje al Congo, otro al centro de la Tierra… cada aventura era un tema diferente… Ahí Anteojito se hizo muy popular y, posteriormente, saqué la revista… Primero salió como una revista de entretenimientos, pero después le agregamos el desarrollo educativo y ahí la revista se ubicó sobre los 300 mil ejemplares. Estuvo en la calle hasta 2001. Vivió 37 años ininterrumpidamente.
-¿Sufrió cuando tuvo que cerrarla?
-Mucho. Primero salió como una revista de entretenimientos, pero después le agregamos el desarrollo educativo y ahí se ubicó sobre los 300 mil ejemplares. Estuvo en la calle hasta 2001. Vivió 37 años ininterrumpidos.
-¿Fue por una cuestión económica?
-Sí. Tenía un equipo de cerca de 100 personas entre redactores, dibujantes, fotógrafos y correctores. La revista ya había caído porque se venía la crisis de 2000-2001… Veníamos de 100 a 120 mil ejemplares, pero se cayó la venta a 30 mil. Con eso no cubría los costos enormes de producción y me vi obligado a cerrarla.
-¿Cuál de sus creaciones lo conmueve más?
-Quizá la que me abrió ciertas puertas y me permitió que fuera creciendo fue Pi-Pío. Porque en esa historieta evoqué muchos recuerdos de mi infancia. La hice cuando tenía 19 o 20 años.
-El pueblo era Villa Leoncia, ¿no?
-Villa Leoncia… Yo recreaba un pueblo imaginario y, en función de ese pueblo, creaba la autoridad, el sheriff, que era Pi-pío. Además, me hacía falta un personaje inteligente, entonces creé a Calculín, que tenía un libro en al cabeza en forma de pelo. Muy bien resuelto en cuatro trazos. Y ahí fueron surgiendo Paco Pum, que era el malo, el equivalente a Neurus; Ovidio, que era un caballo miedoso, pero muy amigo y compañero de Pi-pío… Quizá sea el que recuerdo con más cariño. Después vino Anteojito, posteriormente Hijitus y después El Libro Gordo de Petete.
-¿Y Trapito?
-Trapito fue un cuento que escribí y que llevamos al cine, como un largometraje. En aquel momento mi empresa estaba funcionando muy bien. Teníamos un desarrollo muy grande con la parte editorial. Editábamos también varias revistas más: Muy Interesante, Ser padres hoy, Las aventuras de Hijitus y Las desventuras de Larguirucho. La parte editorial mía movía un volumen muy grande y con esas utilidades fui financiando, en parte, los largometrajes. Siempre en coproducciòn con Julio Korn –los tres primeros-, uno con Celulosa, y con Telefé, los últimos. En la última etapa. Los tres primeros fueron con editorial Julio Korn y uno con Celulosa.
-¿Cómo surgió su primer largometraje: Mil intentos y un invento? ¿También fue primero un cuento?
-Sí, era una historia que había escrito. Vine a Buenos Aires a los 17 años. Me paseaba por la Avenida de Mayo o por la calle Corrientes y miraba hacia las cúpulas de los edificios… Buenos Aires tiene cúpulas preciosas y las admiraba. Una vez, en Muy interesante, hice una ilustración de muchas de las cúpulas de esta ciudad. Mirando hacia arriba uno descubre que Buenos Aires tiene mucha alegoría, mucho símbolo de una época… Quizás esas cosas se me ocurrían porque en aquel momento tenía cierta tristeza y soledad, hasta que me hice de amigos y tuve mi equipo bohemio. Llegué a Buenos Aires en 1947 y caminaba por la Avenida de Mayo o por la calle Corrientes, mirando las torres y las cúpulas y pensaba qué triste tiene que sentirse un pararrayos ahí solito, siendo sólo un hierro. Entonces, ahí se me ocurrió el cuento y la base sobre la que construi la película Mil intentos y un invento: la soledad del hierro en la cúpula de un edificio. En un momento, Anteojito abandona y casi desprecia al tío Antifaz porque tiene éxito como cantante. Un día después de una función se siente agobiado por haber abandonado al tío y se sienta en un banco de la plaza.
-¡Cierto, el banco que hablaba!
-El banco, que era la experiencia, le dice: “Anteojito, no estés triste porque te está ocurriendo lo mismo que a aquel pararrayos. Es el hierro más alto de la ciudad, pero el que más solo se siente, porque él ve a todos los demás, pero nadie puede llegar hasta él. Entonces, el subir demasiado es muy peligroso”. Ahí es donde Anteojito reacciona y sale corriendo en busca de su tío, lo busca por todos lados hasta que lo encuentra. Bueno, hay toda una simbología, el tío quería ser inventor para sacar de la pobreza a su sobrino y nunca descubrió nada… y cuando realmente descubrió algo lo tiró creyendo que nunca lo había descubierto. Y volvían los dos a ser lo que eran en un principio. Quizá sea la película más profunda de las que he hecho. Ese tema no es tan infantil… Es infantil todo lo que lo rodea, la feria, el humor, las canciones, cuando hay una danza entre los pescados y las verduras… Siempre he tratado de poner un sentimiento fuerte en mis films, como el caso de Trapito que, para mí, fue la más lograda de las cinco películas que hice. Cuando Trapito no tiene ilusiones, se lo lleva el gorrión que le ha salvado la vida. Es un espantapájaros que no tiene vida, pero tiene inteligencia, bondad y muchas cualidades. Pero cuando el Patriarca de los Pájaros lo pesa en una balanza, descubre que no tiene ilusiones. Entonces ahí está su debilidad. Por eso es un espantapájaros porque no tiene ilusiones en la vida. Entonces el Patriarca designa al gorrión que lo llevó como su ilusión. Con la responsabilidad que le dieron se quiere desmayar, pero lo acepta. Pero qué ocurre… más adelante, el gorrión encuentra su propia ilusión: se le cruza una gorriona, se va con ella y abandona a Trapito. Él se siente tan solo que va al mismo lugar adonde estuvo clavado y se crucifica de nuevo. Hay un gran travelling, se aleja, reaparece el Patriarca y le dice: “Yo te dije, Trapito, que no dejaras escapar a las ilusiones, porque tienen alas como los pájaros y se te pueden ir volando, piénsalo”… Y en ese momento se siente un grito: “¡Trapito, Trapito!”. Era la pareja de gorriones que vuelve a reconquistarlo. Trapito es una película sobre la falta de ilusiones. Un ser sin ilusiones es un espantapájaros.
-¿Antes de comenzar a dibujar, cómo se las rebuscó al llegar a Buenos Aires?
-Empecé a trabajar en una agencia de publicidad como cadete, a los 17 años. Mientras tanto, conseguí que me dieran la equivalencia de bachiller de España. Pude ingresar en la Facultad de Arquitectura y trabajaba posteriormente, ya en los años 49 y 50, en varias agencias de publicidad como dibujante, al mismo tiempo que estudiaba. Hasta que conocí a Kurt Lowe, cuando volvió el cine propaganda. Por aquel entonces yo ya había hecho algunos dibujos animados para cine y demás. A Lowe le gustó mi trabajo y me propuso que le arme el grupo de dibujantes para Emelco. Bueno, empecé a tomar dibujantes, a prepararlos, a enseñarles dibujos animados, y estuve tres años trabajando en Lowe-Emelco. Puse mi propia empresa en 1955 y, desde entonces hasta la fecha, no paré. Hice más de 800 comerciales: las películas de los gatitos de Lanas San Andrés, por las que gané un Martín Fierro -luego gané otro por Las aventuras de Hijitus-; hice la serie de la Gallina Fanacoa, la serie de quesitos Adler, la familia Mantecol… “por la vida contento voy”; le hice películas a Chela, a Walter Thompson… fueron más de 800 jingles comerciales. Allí es donde se me ocurre hacer el jingle historieta Anteojito y Antifaz. Esa idea gustó mucho. Con los años se me ocurrió otra idea: si todos los diarios del mundo tienen historietas con continuidad de tres o cuatro cuadritos, por qué la televisión no puede tener una historieta en continuidad. Entonces se lo propuse a Canal 9, pero Romay no lo vio. Pero Goar Mestre, de Canal 13, la pescó enseguida. Consultó consultó con su equipo y dijeron era un dibujo animado más. Yo dije por qué no lo era. Los dibujos eran unitarios de media hora que saldrían al aire en un minuto por día. Quería que la gente lo siga y estaba seguro de que era un gancho. A Goar Mestre le gustó mucho la idea y la producimos durante siete años.
-¿Cuánto tardaban en hacer cada capítulo?
-La capacidad de producción de mi estudio era de un minuto de animación por día, entre dibujarlo, grabarlo y filmarlo. Por aquel entonces, ya tenía un equipo de 15 o 20 dibujantes, una sala de grabación, y de filmación. En aquel momento era todo fílmico, no había nada de computación. Lo hacíamos en 35 milímetros. Empezamos en blanco y negro hasta que, un día, Goar Mestre me dice: “Mire García Ferré, porqué no empieza a hacerlo en colores, porque la televisión en color se viene rápidamente”.
-¿Cuántos capítulos se hicieron en blanco y negro?
-Seis o siete, poquitos. Y cincuenta y tantos en color, que son las que tenemos editadas.
-¿En cuanto a diseño de personajes, usted era como Walt Disney, que en realidad le hacía los diseños Ub Iwerks?
-La creación de los personajes son mías, luego han ido evolucionando. Por ejemplo, Larguirucho era un ratón y el pico era en punta… Había hecho tres ratones puntiagudos –Larguirucho, Pucho y Serrucho-, luego los dibujantes me los fueron redondeando de a poco, me gustaron y los dejé. Es la evolución de un personaje. Incluso evolucionó Hijitus, porque el original tenía un sombrerito de hongo, luego le hice este sombrero y, posteriormente, los dibujantes lo alargaron más.
-¿Cómo definiría a Trulalá?
-Trulalá es el equivalente a Villa Leoncia, el pueblo de la historieta de Pi-Pío. Siempre necesité un ámbito físico para mover a los personajes. Si no tuvieran un lugar, los personajes estarían flotando y sería lo mismo una selva que el fondo del mar. Entonces necesito un pueblo. El pueblo es la organización humana, la influencia urbana y arquitectónica. Es la necesidad de darle una referencia, ser urbanista. Entonces, en función de Trulalá surgen la comisaría, la mansión de Gold Silver, el zoológico, el museo…
-Hay un capítulo en el que está la avenida 9 de Julio…
-Sí, y hay uno en que se van a Mar del Plata… Queríamos darle un sabor argentino. Pelusa Suero hacía las voces de varios personajes. Por ejemplo, Pucho. Le pedí que piense en Gardel porque eso le daba un toque muy porteño y local.
-El menos porteño era Hijitus porque Oaki también era medio arrabalero…
-Hijitus tenía una voz trucada, que hacía Néstor D’Alessandro. Le voy a contar una anécdota. Grabábamos en un aparato revoc, que tenía un rodillo más o menos de este diámetro, que rodaba y arrastraba la cinta magnética. Francisco, la persona que me dirigía las grabaciones, le arrollaba una medida de cinta adhesiva y eso aumentaba el diámetro. Pasaba a 20 revoluciones por minuto, pero de ese modo era con mayor velocidad. Néstor hablaba con una voz grave, pero la cinta la “arratonaba” en una forma muy particular. Le buscamos la medida hasta que la encontramos. Francisco tomó el trozo de cinta correcto y lo pegó en la puerta de la sala de grabación. Entonces, cada vez que iban a grabar Hijitus, agarraba la misma cinta y la ponía en el rodillo. Un día fuimos a grabar y salió una voz diferente. No entendíamos qué pasaba. Nos volvíamos locos. Hasta que nos dimos cuenta de que la cinta plástica tenía otro grosor porque era de otra marca, entonces aumentaba mucho más y salía como un ratoncito. Eso la convierte en una voz inigualable.
-Si uno ponía en 33 el disco de Calculín, descubría que la voz era de Blanquita Silván, la conductora del programa…
-Sí, claro. Eso lo hacíamos en forma más tradicional. Por ejemplo, ahora generalmente se buscan voces famosas. A mí no me gusta eso. Para mí cada personaje tiene que tener su propia voz. Por ejemplo, vi una película de hormigas con la voz de Woody Allen. Cuando hablaba ese personaje no podía ver a la hormiga, se me aparecía Woody Allen. Ahora lo usan como atracción de taquilla, pero es un error. Cada personaje debe tener, como cada persona, una voz que no recuerde a otra cosa. Siempre he peleado mucho buscando voces que tuvieran personalidad. Por ejemplo la voz de Oaki la hacía una chica que vi en una fiesta infantil que hacía voces distintas para entretener a los chicos. Y la llamé. Era arqueóloga y de La Plata. No recuerdo el nombre.
-¿Usted hizo alguna voz?
-No. Quise grabar dos o tres veces, pero no dio resultado.
-Recién hablábamos de Trulalá… En un principio estaba gobernada por un consejo de ancianos… ¿Qué pasó? ¿Los derrocó el Comisario?
-No, es que cuando se mezclan demasiados personajes, es muy difícil de manejar. Por ejemplo, muchas veces me preguntaban quién era la mamá de Oaki. Si meto a la madre, a la tía, a la prima, se pierde la esencia de la historia.
-Recién estábamos viendo al Hijitus vivo (al muñeco de esponja que participó en El mundo de Calculín), por decirlo de algún modo. ¿Los hacía usted mismo?
-Sí, a todos. Es que cuando era chico no teníamos juguetes. Los fabricábamos nosotros mismos, con la imaginación. Estos son trozos de espuma de goma. Los fabricaba con tijera. Fíjese, se pueden ver los tijeretazos. Es paciencia. El tema es que no se le puede agregar nada. Es como la escultura en el mármol. Un mal corte arruina todo lo demás.
-¿Y cómo les mueve los ojitos y la boca?
-Tiene una pipa atrás, enganchada con un broche de ropa…
-Super artesanal…
-Se meten aquí los dedos y el movimiento va compensándose… (Muestra los agujeritos que han en las articulaciones del muñeco). Se maneja entre dos. Esto está hecho a mi medida para meter la mano…
-Ah… también los manejaba usted…
-Sí. Entre dos. Primero se graba el sonido y luego, con un grabador, lo voy siguiendo, entonces quedan en sincronismo la imagen con el sonido. Otro mueve las manitos.
-¿Tenía varios muñecos de cada personaje?
-No. De cada uno hice uno solo. No me gusta repetirlos porque nunca me salen iguales.
-¿Nunca pensó en hacer a Petete en dibujitos?
-Lo que pasa es que Petete cobró mucha fuerza como personaje hecho en espuma de goma. Tengo una serie de personajes más… Si tiene un poquito de tiempo le muestro alguno. Hay uno para el que me iba a escribir los guiones César Bruto (Carlos Warnes). Él me dijo un día: “Deje que el personaje se me meta en la cabeza”. Es un personaje que me inspiro la calle Corrientes. Una vez vi a un tipo que caminaba arrastrando los pies. Me dije: “Éste parece Don Tomás, un hombre así nomás”. A Warnes le gustó mucho la idea y aceptó escribir los guiones. Al poco tiempo falleció y la idea quedó ahí. Nunca nació. (Abre una caja de madera y muestra al personaje, un hombrecito de saco y corbata colorinche y bigotes). Es un personaje medio chaplinesco. Le preguntaban “¿Don Tomás, por qué arrastra los pies?”. Y él respondía: “Para sentir que vivo”. Era medio filósofo Warnes. Siempre decía: “Murió para toda la vida”. Le voy a mostrar más cosas.

El tesoro animado
García Ferré se entusiasma, va hacia un desván de su oficina y saca una de las múltiples cajas de madera que guarda como en un tesoro. La abre y ahí está es personaje que acompañó en la educación a tantas generaciones de latinoamericanos: Petete. El original Petete, que abre sus ojos celestes desde su guarida.
-Esto es emocionante…
-Los ojos son de muñeca, de esas muñecas de porcelana de antes. Este aguantó trescientas y pico de películas. Está un poco sucio. Inclusive lo llevé a España y trabajó en tres ciclos de los Parchís. Allí fue más popular que acá.
-Algunos tuvieron más potencia que otros. Chifuleta no pegó mucho, ¿no?
-Depende muchas veces del programa… Chifuleta trabajó unos meses con Carlos Garaycochea. Hacía de partener. Eran dos muñecas: Chifuleta, que era la hippie, y Magnolia, la romántica. En ese momento lo hablé con Donald, que estaba de moda. La idea era esta: él vivía en una casa de departamentos, arriba vivía Chifuleta y abajo, Magnolia. Chifuleta era muy moderna y pizpireta, y Magnolia tocaba en el piano, melodías de Mozart y de Chopin. Las dos volvían loco a Donald y querían enamorarlo, una a base de picardía y la otra de romanticismo. Él les cantaba canciones a una y a otra. El tema daba para mucho, pero nunca cobró fuerza ni lo llevamos a la realidad, por esas cuestiones de programación.
-¿Don Manuel, está feliz con la vuelta de Hijitus?
- Sí, siempre es lindo reencontrarse con el personaje y con el público.
-Después de la última película, luego de haber atravesado la situación de verse obligado a cerrar su editorial, podemos decir que llegó el momento de la reivindicación…
-Es el momento de empezar de nuevo a hacer cosas.
-¿Tenía muchas ganas, no?
-Sí, sí, sí… Inclusive tengo en proyecto hacer algún largometraje. Lo que pasa es que no terminamos de salir de una crisis y entramos en otra.
-¿Puede adelantar algo?
-Tengo dos temas. Lo que me pide mucha gente es un largometraje con Hijitus. Tengo el guión escrito a medias y faltaría hacer el encuadre. Otro tema sería La gallina Turuleca.
-¡La de Gabi, Fofó y Miliki!
-Ellos eran los intérpretes, no les pertenece la música. Tengo los derechos para el cine y la televisión de la música, adquiridos del autor español. Vamos a ver si está el ánimo como para invertir. Es un trabajo largo de dos años y hoy en día, con la tecnología que hay, se podría lograr una cosa muy bonita y muy divertida también.
-¿Usted suele ver dibujos animados?
-Estoy al día, pero no quiero influirme demasiado con diferentes estilos…
-¿Le gusta más lo artesanal, no?
-No, tengo mi propio enfoque de cómo encararlo. No me ha ido mal.
-¿Qué le pasa cuando en la calle lo para gente que ya tiene cuarenta y pico de años y le dicen cosas sobre sus personajes o su trabajo?
-Siempre produce cierta alegría, cierta satisfacción de que uno hizo algo que no pasó al olvido. Sobre todo que sembró sentimientos y una cierta línea de conducta, buenos modales y educación, que fue lo que más me preocupó en todo lo que hice. Para mí fueron muy importantes El libro gordo de Petete y la misma revista Anteojito, que tuvo 37 años ininterrumpidos de apoyo escolar.
-¿Las maestras no le dicen que lo extrañan?
-Sí, también a El libro gordo de Petete. En la película Manuelita, cuando ella vuelve de París y pregunta por el novio, el abuelo le dice: “Ahora es una autoridad, es el maestro del pueblo”. Cuando yo era chico el maestro de un pueblo era una autoridad.
-¿Se puede todavía rescatar eso?
-Ojalá.
-Mi compañera fotógrafa -Mariana Araujo- quiere finalizar el reportaje con una objeción...

Mariana Araujo: -¿Por qué Oaki, un bebé, tenía armas?
-(Sonríe tímido) Bueno… Psé, psé… Hoy en día, con la violencia que hay, no hubiera hecho eso. Pero en ese momento no existía la psicosis de violencia urbana. Le di dos pistolas a Oaki porque significaba el capricho llevado al máximo. Nunca apuntó a nada, eran tiros al aire. “Lompo l’alma… Tiros, líos y cosha golda”. El defecto que le veo a Las aventuras de Hijitus ese ese, lo admito. Él buscaba el barullo y eso le gustaba a Larguirucho, por eso se daba la gran vida a su lado.






Corazón, las aventuras de Pantriste


Entrevista realizada con Manuel García Ferré, en junio de 2000, pocos días antes del estreno de su última película. Fue publicada en Diario Popular.


Por Pablo Gorlero


Su oficina está llena de premios y es un ineludible espejo del recuerdo. Quien entra por primera vez no podrá dejar de ver el transcurrir de las distintas etapas de su propia vida a través de las imágenes de todos los personajes que Manuel García Ferré creó a lo largo de su carrera. Eso motiva, emociona. Tiene que ver con su estilo.
-¿Por qué “Corazón”?
-Porque es un personaje que tiene gran corazón. Pantriste comienza con cierta humildad, con problemas de comprensión del padre, gran cariño de la madre, pero, al tener un gran corazón, se hace amigo de un gnomo que sale de la mancha de humedad de la pared en su imaginación. Hay un desarrollo de sus sentimientos y de su capacidad intelectual, creo que ahí es el triunfo de los sentimientos y del espíritu sobre todos los demás problemas. Cuando tiene confianza en sí mismo y cuando crece en su personalidad, se va conociendo, al desparramar bondad y sembrar el bien entre sus semejantes, ahí se hace importante a pesar de ser un personaje, aparentemente enclenque y flaquito.
-Esta película tiene una clara doble lectura que refleja la actual situación política del país… ¿Le gusta trabajar con esos símbolos?
-Todas mis películas tienen un reflejo de la realidad mezclada con la fantasía y la magia que da el dibujo animado. Trato de darle a los chicos un gran espectáculo donde se diviertan, pasen ratos sobre todo muy emotivos, pero que la alegría y los buenos sentimientos sean primordiales y ajenos a toda violencia. Hago una película para que el padre o la madre pasen un rato divertido, por eso tengo algunos reflejos de la realidad actual, para que se diviertan de los dos lados, pero desde el optimismo.
-¿Renueva su equipo de colaboradores tras cada película?
-Siempre trabajo con el mismo equipo. Pero siempre damos pasos adelante. Ahora es en tecnología, tiene imagen estupenda, profundidad, relieve, dinámica, montaje muy ágil… . Somos cerca de 100 dibujantes. Muchos de ellos se formaron conmigo en la serie de Hijitus, ya somos compañeros y amigos y luchamos siempre con el mismo entusiasmo y unificamos el estilo.
-¿Por qué la incorporación de personajes clásicos?
-Porque mucha gente me preguntaba por Cachavacha o Neurus. Se los extrañaba.
-Se nota un “aggiornamento” de algunos personajes. Pucho no tiene pucho, Petete no tiene chupete…
-Bueno, siempre hay una evolución en todo, en la forma de vestir, de actuar, pero sigo manteniendo el alma. El fumar es una cosa del pasado, cuanto menos lo promovamos mejor, entonces son cosas que voy suprimiendo.
-¿A nivel mundial en qué lugar está la animación argentina?
-En tercer lugar en el mundo. Nosotros hemos producido seis largometrajes y salvo Estados Unidos y Japón, ningún otro país tiene una continuidad de tantos largometrajes.
-¿Hay algún personaje del cual se haya enamorado más?
-En cada momento me enamoro de lo que hago. Lo siento como un ser real… Los vivo intensamente y no tendría una preferencia de uno por otro. Quizá el que vio la luz por primera vez, fue el linyerita Pi-Pío, en ese momento tenía 18 años y tenía esa personalidad del joven que busca cómo ubicarse en el mundo. Durante siete años lo saqué en la revista Billiken y, después, ininterrumpidamente en la revista Anteojito, con Calculín como compañero. Ya tienen 48 años. Son adultos.
-¿Se considera el Walt Disney argentino?
-Me considero un dibujante que ama lo que hace, lo quiere y lo siente. Siempre admiré al viejo Disney porque era un hombre de una gran sensibilidad, de un gran olfato y el contenido de sus primeras películas no han sido superadas. Prueba de ello es que en Fantasía 2 han tenido que recurrir al “Aprendiz de hechicero” y para mí es lo mejor de la película. El también trabajaba con alma y pasión en lo que hacía.
-¿Qué son Larguirucho o Pucho?
-Son reflejos de personalidades que he ido estudiando. Todos conocemos a algún Larguirucho en nuestra familia o entre nuestros amigos. De ahí viene el éxito. Todo lo que dice él, dentro de su simpleza, a veces son verdades.
-¿Por qué cree que sobreviven a tantas generaciones?
-Porque son humanos, porque tienen ese contenido que lo humano no muere nunca.
-¿Dibuja usted?
-Dibujo los personajes claves, las principales secuencias y luego, tengo una serie de grandes colaboradores que desarrollan eso, lo estudiamos en “storyboard”, estudio las voces, las grabaciones y después se va armando el equipo y distribuyendo el trabajo.
-¿Ya están trabajando en la próxima película?
-Ahora tomamos un descanso de 20 días e iniciamos inmediatamente el tercer largometraje de esta segunda etapa. Es un tema totalmente nuevo que tenemos en estudio.
-¿Hijitus va a volver en algún momento?
-Puede ser. La cuestión es la cantidad de trabajo que supone cada largometraje. Los norteamericanos tardan tres o cuatro años en cada uno, nosotros nos hemos autoimpuesto el esfuerzo de uno por año.
-¿El éxito de Manuelita no lo tienta a hacer una segunda parte?
-No me gustan las segundas partes porque me pareciera que es agotarse uno o la imaginación y, al contrario, tengo como 5 o 6 ideas fluyendo en la cabeza, que son futuros largometrajes. En estos momentos hay tres para definir. En estas vacaciones voy a reflexionar bien a ver cuál de los tres es el que más siento con afinidad a nuestro público y al sentimiento latino. Hago películas con la pasión del latino y no la frialdad del sajón.
-¿Sus películas son aceptadas en otros países?
-Ya se está preparando el lanzamiento simultáneo en toda España de Manuelita. Después irá Pantriste. Ya estamos negociando en varios países de América del Sur su lanzamiento. Trapito se vendió en Rusia, en Suecia, Alemania, en todos los países de Sudamérica. Vamos ganando mercado y, al proveer un largo por año, podemos conseguir una estabilidad entre los exhibidores que era lo que más nos pedían.
-¿Se hacen estudios de mercado antes de lanzar una película?
-Sí, pero más que una estadística fría, lo que hacemos es sentirlo. Lo pensamos, pero indudablemente supone eso una especie de marketing o de estudio. Pero no lo hacemos tecnológicamente porque una encuesta fría no dice siempre la verdad.
-¿La sociedad con una empresa grande como Telefé, en algún punto lo condiciona?
-No, tengo la suerte de que mis socios me dan plena libertad en lo artístico para hacer y deshacer. Lo cual me obliga a ser más exigente conmigo mismo.