domingo, 28 de noviembre de 2010

Kive Staiff


(Nota publicada el viernes 26 de noviembre en el suplemento ADN, de La Nación)

"Tengo más amigos que enemigos"

Kive Staiff deja la dirección del Teatro San Martín y está cansado de la pelea cotidiana por el presupuesto

Por Pablo Gorlero

Treinta años son suficientes como para que el visitante sienta que la oficina de Kive Staiff es como su casa. Están sus cuadros, muchos objetos personales y docenas de premios. A un costado, algunas cajas. Ya está guardando, muy de a poco, algunas de sus pertenencias. Se lo ve triste. Por momentos se quiebra, no lo disimula y si quisiera hacerlo no podría. Pero los silencios, luego de algunas preguntas, son largos. En pocos días se irá de ese lugar que, con orgullo, hizo a su modo.
-¿Hasta cuando sigue aquí en su oficina, Kive?
-Hasta el 30 de noviembre. Se ha creado un consejo asesor de artes escénicas cuya presidencia voy a ejercer a partir de diciembre. Es una buena idea de Hernán Lombarda, en el sentido de elaborar una política cultural con todos los estamentos de la actividad que tiene la ciudad. No me parece nada mal, porque se fija un propósito, un horizonte, y hay que trabajar para unirlos en esa misma dirección.
-¿Qué significa el teatro San Martín para usted?
-Y mirá… Sintéticamente te tendría que decir: la vida.
-Eso es mucho…
-Sí, es mucho. Estoy vinculado al teatro desde hace 40 años. La primera vez llegue a fines del 71; a mediados de 1973 me fui para ejercer el periodismo en el diario La Opinión, me volvieron a llamar en el 76, me tuve que ir en el 89 y volví a mi trabajo periodístico pero siempre vinculado con la actividad teatral, a través de la crítica. Es una experiencia vivida única y, sobre todo porque llegue a fines del 71 con una especie de rabia de crítico de teatro: “Ahora voy a demostrar qué se debe hacer con un teatro público de Buenos Aires”. Y en cierto sentido lo demostramos porque hubo un remezón, un gran movimiento sísmico desde el punto de vista ideológico en el primer repertorio, de 1972
-¿Se acuerda cuál fue la primera obra que monto?
-Si, fueron dos. Un enemigo del pueblo, de Ibsen, en la adaptación de Miller, en la Martín Coronado; y la otra fue Nada qué ver, la primera obra que Griselda Gambaro hizo con nosotros, en la Casacuberta. Ernesto Bianco y Héctor Alterio estaban formidables en Un enemigo del pueblo. Por aquél entonces los fervores políticos jugaban un papel enorme, el público participaba con calentura política.
-¿Se arrepiente de algunas cosas en todo este tiempo?
-No, creo que no. Uno puede arrepentirse de haber elegido algún título que fue un desastre. Pero forma parte de la responsabilidad. Tuve grandes colaboradores y, juntos, creamos una institución en movimiento. Muy rápido dejamos de ser productores de teatro para convertirnos en una institución cultural. Yo mismo me sorprendo. El día a día a uno lo traga y cuando mirás para atrás te preguntás: “¿Cómo llegamos hasta aquí?”. Esta es una institución que edita revistas, libros, produce un programa de televisión, otro de radio, edita discos, hace cursos diversos… Hemos convertido una sala que era confitería en una paradigmática, que es la Cunill Cabanellas. A veces me da la impresión que hay gente que va a esa sala y a ninguna otra.
-¿Le duele el teatro?
-Y sí, me duele mucho… Me duele mucho cuando veo que debiéramos hacer más de lo que hacemos y mejor. Aunque hay espectáculos que me producen una enorme satisfacción, me duele que no tengamos dinero, que nos falte un buen presupuesto, que la obra arquitectónica que tenemos por delante esté paralizada. Estamos con una marquesina a mitad de camino, con un proyecto de sala de ensayo para el ballet que finalmente no se consumó, problemas con la instalación sanitaria, problemas con la lluvia, problemas con el techo del Alvear y de la sala Martín Coronado. Eso duele, muchísimo indudablemente.
-¿Y qué le dicen las autoridades cuando usted les comenta estas cosas?
-Bueno, alegan que no hay dinero…
-¿Y usted como reacciona ante eso?
-Tengo ganas de dar una piña. Es un tema recurrente en nosotros, en la dirección de teatro. No soy yo solo. Hay gente que está a mi lado y hemos constituido un equipo de trabajo muy interesante y muy apasionado.
-¿Y usted qué piensa? ¿Este gobierno no tiene recursos o es indiferente?
-No puedo decir que es indiferente, al contrario. Pero es evidente que requiere de decisiones políticas para decidir qué hacer con el presupuesto para el Teatro San Martín. Me resulta difícil imaginármelo pero bueno, también es cierto que debería haber una mayor conciencia del fenómeno cultural en la dirigencia política… y en la económica. No tenemos cultura de mecenazgos entre nosotros. Tenemos algunas empresas que nos acompañan, como el Banco Galicia, el Banco Ciudad, la Fundación YPF… Pero deberíamos tener mayores aportes de más sponsors. De todos modos, no podemos compensar las carencias de los presupuestos oficiales con las intervenciones de las instituciones privadas.
-¿Cuál es el ingreso que tiene el teatro por boletería?
-Es alto si tenemos una buena temporada activa. Creo que este año será así. Si hay más espectadores nos va muy bien, pero tené en cuenta que cobramos una entrada muy barata. Estamos en 45 pesos cuando los teatros privados están tocando los 200. De manera que la vanagloria no es a través de la recaudación sino que debe darse a través del número de concurrentes al teatro, y ahí estamos en unos 600.000 o 700.000. Hemos tenido épocas en las que hemos llegado al millón hace muchos años atrás. Pero no me quejo, tenemos una buena receptividad en el público.
-¿Se ganó amigos y enemigos al mismo tiempo?
-Nooo… Tengo muchísimos más amigos que enemigos. Hay alguno que debe andar por ahí rumiando la bronca de no haber trabajado acá como hubiera querido. Pero el San Martín siempre fue el lugar donde muchos artistas podían hacer determinado repertorio que, obviamente, ni en la televisión ni en el teatro comercial lo hubieran podido abordar. Hay actores que se pasan la vida sin haber hecho Shakespeare, lo que es terrible.
-El San Martín es el lugar por donde todos los actores quieren pasar…
-Es verdad, absolutamente es así. Hubo un actor que se arrojó al piso a besar el escenario cuando por primera vez lo llamamos para actuar.
-¿Le hubiera gustado volver a tener un elenco estable?
-Absolutamente. Pero no hay condiciones económicas para hacerlo. En 1989 se disolvió el elenco pero se mantuvo la compañía de danza y de títeres. Creo muchísimo en un elenco estable. Ya se sabe del riesgo de la burocratización, pero hay métodos y formas para combatir esa tendencia. Con entrenamientos, con maestros diferentes, el cambio de repertorio, el intercambio rápido de una obra hacia la otra, no te burocratizás.
-¿Se enoja cuando lo critican y le dicen que no se quiere mover del San Martín?
-No… Pero los he desmentido porque la iniciativa de irme ha sido mía. Nadie me pidió la renuncia y a nadie se lo tiró por la ventana. Simplemente, no va más. Tal vez un poco de cansancio por la pelea cotidiana.
-¿Qué le quedó en el tintero con ganas de concretar?
-Son muchos años y me di muchos gustos. Sería injusto señalar algo. Me hubiera gustado hacer Troilo y Crésida, de Shakespeare. Cubrí casi todo el espectro de la actividad. Desde los clásicos hasta los contemporáneos.
-¿Qué va a hacer después del 30 de noviembre?
-Seré asesor… Cuando renuncie asumirán Carlos Elía, como nuevo director general, y Alberto Ligaluppi, como nuevo director artístico. Yo me ocuparé de la presidencia de ese consejo asesor. Pero ya no me tendré que preocupar por la función de la noche.
-¿Y usted cree que se va a poder despegar de eso?
-No debiste hacer esta pregunta… Voy a hacer el esfuerzo, te lo prometo. A lo largo de los años la relación con el personal se puede convertir en una relación amistosa, de amigos, de abrazarse. Desde el personal de administración hasta los técnicos y bueno, eso cuenta muchísimo. Y para qué ocultarlo, siempre está la curiosidad, de ver qué van a hacer con esto.
-Es muy doloroso saber que los oficios se han ido diluyendo aquí… Los talleres fueron diezmados.
-Ahí está lo que no hicimos: no preparamos gente nueva. Creo que una de las tareas fundamentales del complejo es crear sistemas de preparación y formación de personal técnico, utilero, zapatero, de sastrería. Son sectores en los que tenemos una situación crítica porque mucha gente se ha jubilado. Hay que preservar la artesanía que una obra demanda, cuidándola, sumando gente.
-Usted quiere mucho a los actores. ¿Cómo son?
-Frágiles y sólo viven desde el escenario. Abajo del escenario, sus vidas son apenas un tránsito para la función de mañana.
-¿Entonces cuando no están en el escenario son complicados?
-No diría eso, pero aparecen algunas personalidades.
-Prefiere verlos en papel…
-En algunos casos sí. Pero, por otro lado, son frágiles y hay que ayudarlos
-¿Cuáles son los actores que usted ve como los futuros Alfredo Alcón, Ernesto Bianco o Elena Tasisto?
-Qué compromiso… Sergio Surraco podría ser uno de ellos. Malena Solda también. Me hacés dar nombres y es muy difícil.
-¿Qué montaje del San Martín recuerda como histórico y difícil de superar?
-Inexorablemente te digo El enemigo del Pueblo, con Ernesto Bianco y Héctor Alterio; y Las Troyanas, con María Rosa Gallo. También La ópera de tres centavos, de Brecht y Weill, que hizo Daniel Suárez Marzal; y las versiones que hicimos de La gaviota y de Tres hermanas, de Chéjov. Me resulta inolvidable también el comienzo de En casa, en Kabul, que dirigió Carlos Gandolfo. El comienzo, un monólogo de 75 minutos, de Elena Tasisto, es difícil de olvidar.
-¿Como se vive el retiro? ¿Con ansiedad o congoja?
-Con serenidad… con alguna lágrima, pero comprendiendo, al mismo tiempo, que la vida sigue.
-Está todo muy ordenadito en su oficina. ¿Ya sabe dónde va llevarse todas esas cosas?
-Hay muchas cosas que son del teatro pero muchas otras son mías. Estoy en proceso de ordenar, lo podés ver.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Zooterapia


(Nota publicada hace unos cuantos años en Diario Popular y ampliada)

Perros y caballos como acompañantes
terapéuticos de chicos autistas y psicóticos

Por Pablo Gorlero

En la tierra del olvido, del desamor y la fuga de cerebros, algunos profesionales con vocación humanitaria trabajan (muchas veces con el viento en contra) por la ciencia y por la gente. Esa vocación de servicio se hermana con el amor innato de los animales en una ciencia que se ha dado en llamar zooterapia y que (como ocurre en otras partes del mundo) hoy se está desarrollando en la Argentina con éxito. La perra Key y el caballo Protegido son acompañantes terapéuticos en este tipo de terapia enfocada en rehabilitar y mejorar ciertas patologías en personas con discapacidades. A menudo las minusvalías físicas producen una fuerza centrífuga que obliga a la solidaridad, mientras que las enfermedades mentales o los trastornos de conducta ocasionan una fuerza centrípeta casi incontrolable que tiende a dejar aislado a quien la padece. Esa fue una de las mayores preocupaciones del doctor Norberto López y de la licenciada Amelia Lorena, del Hospital General de Niños Doctor Pedro de Elizalde (Casa Cuna), que iniciaron una prueba piloto de zooterapia junto a un instructor canino. Pero no había dinero para compensar a este último, dueño de dos perros de raza Border Collie, y se retiró del proyecto. Pero el sueño de la zooterapia pudo concretarse por la perseverancia de la cooperadora del hospital, la tenacidad de los profesionales, el aporte de capitales de terceros y la atención de una mujer canadiense, criadora de perros labradores, que donó a Key. "Se cambió la modalidad del plan. Se trabajaba con la idea del estímulo controlado, pero pasamos a lo opuesto: el lazo abierto. Un perro hiperentrenado pierde la capacidad de juego y no queríamos que eso ocurra", explica el licenciado José Pose. Es en esa capacidad lúdica donde la relación con el chico puede tener creatividades propias de este vínculo, que si está demasiado controlado no se da. Así aparecen ciertas potencialidades que tiene el chico que, si se trabajaran en una estructura más rígida, no aparecerían". Se atienden con Key 48 chicos con trastornos de desarrollo, retraso mental, autistas o psicóticos. Cada sesión es filmada y, sobre ese producto, se saca el patrón de conducta del chico para diseñar un programa de psicoeducación. En pocos meses, las pruebas están a la luz: niños que nunca antes habían jugado, ahora lo hacen con otros chicos o con juguetes. Para sumar la documentación fílmica a la historia clínica de los pacientes, estudiar detenidamente comportamientos y gestos imperceptibles en el momento de la sesión, la arquitecta Teresa Expósito diseñó, en un mismo bloque, caniles y una cámara Gesell, una ventana espejada para poder observar al niño y al perro desde adentro sin interrumpirlos ni ser vistos. "Hay que aclarar que la mascota de la casa no es lo mismo que el perro que asiste en terapia. Key no es una mascota, está preparada para encariñarse con 40 chicos distintos", aclara la licenciada Lorena. En otros países se estila acompañar terapéuticamente a pacientes con mascotas, no con animales destinados sólo para tal fin. Eso significa que, de seguir progresando, esta técnica tendría un carácter totalmente innovador. La idea es incorporar a otro perro, previendo que la vida útil de estos animales es de 8 años, pero aún faltan muchas cosas para poder trabajar óptimamente. Como siempre, los organismos oficiales sólo aportan firmas y autorizaciones, pero es escaso el dinero que ceden para tales emprendimientos. Basta echar un vistazo en la Casa Cuna para entender el asunto. El departamento de Zooterapia del hospital atiende gratuitamente y necesita aún el mobiliario, un baño, una cámara, un digitalizador de imágenes, juguetes ruidosos para perros y un túnel de alambres forrado de plástico para que el animal y el chico puedan meterse. Fidelidad equina Desde 1998, Cinthia Ponce supo que uno de sus pacientes con parálisis cerebral se estaba rehabilitando con equinoterapia en la provincia de Córdoba. La mejoría era evidente, pero sólo podía acudir en algunos períodos debido a la distancia. Así fue que armó un grupo de trabajo y, después de sentir la discriminación hacia los pacientes discapacitados en algunos clubes, consiguió que la Casa Ecuestre, de Monte Grande, se entusiasme con la terapia. "La diferencia con otros tratamientos de zooterapia radica en el movimiento tridimensional del caballo en el andar, que estimula y favorece el tratamiento. Se busca que el paciente tenga una postura favorable para su patología", explica la licenciada Ponce. "Se ven los cambios de una sesión a la otra. "El movimiento tridimensional hace la diferencia. Es como si caminaran ellos mismos. Es sensacional porque estimula a partir de la médula y llega al sistema nervioso y genera respuestas musculares. Emocionan las carcajadas que llegás a sentir de los chicos", explica la profesora de equitación Déborah Bogo. El tratamiento mejora el equilibrio y la postura a través del fortalecimiento muscular, desarrolla la coordinación de movimientos entre tronco, miembros superiores e inferiores, reduce los patrones anormales de movimiento, estimula la integración sensorial, a partir de la sensibilidad táctil, visual, espacial, desenvuelve la estructura temporal y facilita la adaptación al medio, favorece la modulación tónica y la fuerza muscular, mejora los procesos básicos para el aprendizaje y estimula la afectividad. El arancel para realizar esta actividad es accesible y, para quienes piensan que semejante animal puede ser peligroso para los chicos, la realidad indica lo contrario. "No se puede utilizar cualquier caballo. Protegido está preparado desde hace un año y sabe muy bien que se trata de chicos diferentes. El tamaño, el calor y el movimiento del caballo contribuyen en un todo para las mejoras psíquicas y físicas. A través de su movimiento rítmico, constante y repetitivo ofrece todos estos beneficios", agrega la psicóloga Noralí Bonatti. La rehabilitación de patologías a través de la zooterapia arroja resultados positivos palpables. Sólo resta esperar que aquellos que deciden nuestros destinos sanitarios atiendan, de una vez por todas, su labor, la de los investigadores y, sobre todo, a los pacientes. Recuadro Zooterapia Mañanas en el zoo Cada mañana, los animalitos del zoo porteño esperan el encuentro con chicos y adolescentes que los alimentan y limpian sus recintos. Son los pibes del programa "Cuidar cuidando", del Hospital Infanto-Juvenil Doctora Carolina Tobar García, que juntamente con el Jardín Zoológico de Buenos Aires, realizan tareas a la par de los cuidadores como una forma de reinserción social y laboral. La finalidad del proyecto es sacar a estos chicos de la institución en la que están internados para tener un rol activo fuera de ella. "Este es un espacio para que retornen a la vida social, escolar, laboral y familiar porque el programa les permite vincularse y sentirse útiles", cuenta Ana María Papiemeister, coordinadora del proyecto en la casita que poseen dentro del zoológico. La idea inicial fue del psiquiatra infantil Hugo Massei y, desde 1990, 300 chicos pasaron por "Cuidar cuidando". Hoy son 46 los que participan en las mañanas de los lunes, miércoles, jueves y viernes. La psicóloga Dalila Sansón trabajó en el equipo de acompañamiento terapéutico y considera que lo fundamental de este programa "es el intento de resocialización de los chicos". A su vez, señala también el hecho de que el contacto con la naturaleza y con los animales, les brinda una comunicación que va más allá de lo verbal. "Como hay chicos con patologías graves, al estar al aire libre, pueden contactarse con el medio más allá de la producción de palabras. Por ejemplo, cuando les dan comida a los animales, ocupan un rol que no es necesariamente mediado por la palabra. Hay una comunicación a nivel de lo no dicho que se establece entre el niño y el animal". A su vez, el vínculo con el cuidador también es muy importante "porque con ellos se crea un referente y un vínculo de identificación muy fuerte".
Por otra parte, ya está muy avanzada la zooterapia con gatos, perros, caballos, psitácidos (loros) y otros animales en personas solas de la tercera edad y gente recluida en prisiones o centros asistenciales.
Actualmente, se está realizando un programa de terapia asistida con animales para pacientes del Hospital Psiquiátrico Moyano y en el Hospital Tornú. El 2 de diciembre habrá una muestra para ver cómo se trabaja en el neuropsiquiátrico.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Jon Fosse





Considerado sucesor de Ibsen y de Beckett, es uno de los dramaturgos contemporáneos más respetados


(Reportaje completo)

Por Pablo Gorlero

(Enviado especial)

OSLO.- Hace dos semanas, Noruega llenaba sus paladares con el exquisito néctar de las nueve musas. Alrededor de la plaza Spikersuppa, en una esquina podía escucharse un fragmento de La Traviata, y dos cuadras más adelante, un espléndido cover de jazz. A los cien metros, la estatua de Henrik Ibsen, envuelta en cintas rojas, blancas y azules, le hacía un guiño a un dramaturgo sucesor que, discreto, se deslizaba por el teatro Nacional. Gordito, con la nariz colorada y terriblemente tímido, a Jon Fosse no le quedaba otra que escurrirse por los pasillos de esa belleza arquitectónica para recibir un premio soñado y para hacerse cargo de ser el referente teatral contemporáneo más fuerte de Noruega.
El autor de El nombre, La noche canta sus canciones, El hijo y tantas otras obras de la nueva dramaturgia europea, recibió el Premio Internacional Ibsen 2010, el mismo que el año pasado le dieron a la directora francesa Ariane Mnouchkine y el año anterior a Peter Brook. Pero no sólo es un premio que envuelve de prestigio, sino que es una caricia a la tranquilidad económica: otorga nada menos que 300.000 euros.
Fosse viajó desde la bellísima ciudad de Bergen, donde reside, y estuvo toda esa mañana deambulando por el teatro para recibir a las autoridades y a la prensa. Pasado el mediodía, a media tarde, durante la sencillísima ceremonia, subió al escenario, recibió un ramo de flores, un enorme diploma y ubicó el premio bajo su axila. Aunque tenía el micrófono inalámbrico puesto, quiso escapar sin hablar. Lo detuvieron y no le quedó otra que agradecer y justificar sus pocas palabras porque había bebido un poco de más en el almuerzo. Era una excusa graciosa. A Fosse le ganan siempre la timidez y la humildad, pero el humor lo rescata de ese color rojizo que suelen tomar sus mejillas.
El comité del Festival Ibsen comunicó que ese gran premio era para Fosse por "su autoría dramática única, que abre puertas escénicas a los mudos misterios que persiguen los seres humanos desde el nacimiento hasta su muerte".
Hoy en día, Jon Fosse es uno de los principales nombres de la dramaturgia moderna europea. Y para los noruegos es su principal embajador cultural, ya que su sensibilidad abraza los cinco continentes desde 1994. Con orgullo, sus compatriotas contabilizan unas 900 producciones de sus obras en todo el mundo (pero, sin duda, debe de haber más). Sólo tiene 50 años y se siente un marginal en el mundo artístico. No suele ir al teatro y se adentró en el mundo de la dramaturgia sólo por pedido. Ya en sus primeras obras, Jon Fosse demostró que pronto su estilo comenzaría a hacerse visible. Lo caracterizan sus diálogos poéticos, sus repeticiones y la ausencia de esos conflictos incisivos que conforman el núcleo del drama occidental. En su primera obra, Somebody is Going to Come, un hombre y una mujer llegan a una vieja casa en la costa. Aparentemente, nada pasa. Ellos aspiran a vivir ahí protegidos del mundo y repiten el conjuro que forma el título de la obra: “Alguien está por llegar”. Y cuando un inesperado vecino llega, un sentimiento de desconcierto se desliza.
En la hermosa terraza del teatro Nacional recibió a LA NACION, único medio de América latina, para hablar brevemente de su carrera y este momento de homenajes y reconocimientos. "Estoy sorprendido por la decisión de este jurado, integrado también por alguien a quien admiro mucho y que es muy respetado: Patrice Chéreau. Estoy muy agradecido por que me hayan elegido", afirma en referencia al premio.
-¿Por qué piensa que le otorgaron este premio?
-No lo sé, porque estoy sorprendido por la decisión de este jurado, integrado por alguien a quien admiro mucho y que es muy respetado (Patrice Chéreau). Estoy muy agradecido porque me hayan elegido.
-Con Patrice Chéreau trabajó muy directamente en el montaje de Yo soy el viento. ¿Suele trabajar al lado de algunos directores en los montajes de sus obras?
-No, en absoluto. El director seguramente ve al autor como una carga. En el caso de Chéreau, es distinto. Intercambiamos e-mails con frecuencia. Me hacía preguntas y se las respondía lo mejor posible. Pero nunca voy a ensayos ni nada por el estilo. Claro que después fui a París a ver la puesta.
-Y cuando sale de ver sus obras, ¿suele opinar sobre el montaje?
-Tengo una política que consiste en no hacer declaraciones oficiales sobre las puestas que he visto de mis obras. Es muy difícil que vean mi opinión en los diarios sobre alguna obra. Los dejo a todos contentos. Mucho menos podría hacer un comentario al salir de un estreno. Los artistas salen con cierta felicidad, aunque sepan que lo que hicieron no es de lo mejor. Bueno, pasalo lindo. ¿Por qué tengo que arruinarte la noche?
-Ah... pero es muy bueno...
-Es mejor ser así.
-¿No le da un poco de miedo o curiosidad cuando otorga el permiso para que representen sus obras en el exterior?
-Me entusiasma mucho saber de la existencia de alguna producción en otro país. Y cuanto más lejano sea, más me gusta. He viajado 24 horas para ver alguna de mis producciones. Mi responsabilidad se limita a la adaptación. Confío en la publicación original, pero no puedo hacer un estricto control de las traducciones. Es casi imposible. Sé lo que son las traducciones y que las puestas varían, pero mi parte está hecha en el texto. Bueno, claro que he visto algunas producciones malísimas y otras muy buenas. Pero me interesa cómo trabajan los directores con mis textos. Cuanto más fuertes son las voces de los directores, y cuanto menos buscan imponer mi presencia, más puros aparecen mis textos. Es extraño. Uno de los peligros es imponer la voz del autor.
-Pero usted siempre manifiesta una gran preocupación, un interés especial por el lenguaje teatral...
-Mi ambición es que la esencia de la escritura sea clara y que refleje de un modo fiel lo local y lo universal a la vez. Pero también trato de desaparecer, aunque se advierta claramente mi presencia, la del autor. No soy muy consciente de lo que escribo cuando lo estoy haciendo. Prefiero ignorar sobre lo que escribo y sólo intento escribir lo más preciso que puedo. Claro que estoy diciendo algo, y sé que el texto dice algo sobre mí.
-¿Por qué dejó la novela para dedicarse a la dramaturgia?
-Empecé a pensar que la perspectiva de mi escritura era muy distante en las novelas. En ese sentido, es más fácil escribir teatro, porque estás en todos lados y en ninguno a la vez. Estás más cerca de vos mismo y conectado.
-¿Cuál es su relación con el teatro de Ibsen y qué siente cuando lo comparan con él?
-Es una pregunta interesante. Eso es injusto con Ibsen y conmigo. El era un dramaturgo inmenso. No podemos comparar a Pinter con Ibsen, ni a él con Shakespeare. No está bien comparar a un dramaturgo tan enorme como Ibsen conmigo.
-Escuché por ahí que siempre escribe acompañado...
-Sí. Para mí es un placer enorme el trabajo creativo, en Bergen, con esos paisajes y con la compañía de mi perrito. Es el tercero que tengo. Quise ponerle Beckett, pero es tan chiquito que no corresponde que lo llame así... Tampoco lo podía llamar Ibsen. Así que decidí llamarlo Eckhard.
-¿Cómo lleva una vida normal alguien a quien todo el mundo todo el tiempo lo llama genio? ¿Le afecta el ego?
-No; para ser sincero, trato de vivir mi vida del modo más distante a eso. Hay algunas ocasiones sociales muy raras. Pero sigo con mi pequeña y normal vida.
-Encontró un atractivo especial en revisar tragedias griegas...
-He reescrito versiones de Edipo rey, Edipo en Colona e Ifigenia. Sólo trato de escuchar esas voces tan antiguas. Son tan fuertes. No es difícil, en ese sentido, ajustar las voces y hacerlas hablar a mi modo.
-En sus obras, aquello que sus personajes no dicen es casi tan importante, o más, que aquello que dicen. Esos silencios hablan en usted a la hora de pensarlos.
-Creo que en mi escritura, e incluso en un sentido más amplio, no es tan importante lo que se dice, y lo que se dice no está precisamente ni en las palabras ni en los bordes. Lo que está en el lado invisible es lo importante porque en lo invisible está lo dicho. Para escribir una buena obra, tenés que escribir pensando en esas fuerzas que no se ven. En una buena producción lo invisible se hace casi visible. Esa es la esencia del teatro.
-¿Qué piensa de las nuevas tendencias teatrales en el mundo?
-Cada país es diferente. En Alemania, por ejemplo, hay algunas formas nuevas, pero corresponden a formas de transición. No hay grandes tendencias mundiales.
-¿Hay un regreso al teatro de texto?
-Puede ser. En los años 80, uno trataba de hacer teatro de acuerdo con un modo determinado, pensando en los artistas. Pero cuando ya pasaron 15 o 20 años, uno se aburre porque ya vio esas performances muchas veces. Puede ser que estemos yendo de regreso a las obras de texto.
-¿Le quedan muchos temas de su interés por escribir, luego de casi 40 obras?
-No estoy seguro... No creo. He escrito mucho. Quizá tenga obras pequeñas por escribir. Ahora estoy bastante dedicado a hacer muchas traducciones y folletos. En los últimos años no estuve escribiendo mucho teatro. Cuando escribo no soy muy conciente de lo que estoy haciendo. Prefiero ignorar sobre lo que escribo y sólo intento hacerlo lo más preciso que puedo. Claro que estoy diciendo algo, y sé que el texto dice algo por mí. Pero no lo pienso demasiado.
-¿Cómo es el proceso de creación cada vez que le surge una idea?
-Me siento y prefiero no saber mucho de mi obra, luego empiezo a escribir. Si el comienzo es bueno, contiene el resto. Si tengo ese loco presentimiento de que mi obra apareció, no paro y todo lo que está a mi alrededor desaparece.
DOS OBRAS DE FOSSE EN CARTEL:
El nombre , de Jon Fosse, dirigida por Analía Fedra García.
La Carbonera , Balcarce 998 (4362-2651). Viernes, a las 22.45. De 25 a 40 pesos.
La noche canta sus canciones, de Jon Fosse, dirigida por Daniel Veronese.
Timbre 4, México 3554 (4932-4395). Domingos, a las 17 (hasta el 28 de noviembre) $ 40.