domingo, 7 de marzo de 2010

Piaf bajó el telón



Comentario publicado el 3 de marzo de 2010, en la sección Bambalinas, suplemento de Espectáculos, diario La Nación.

Vamos a extrañar a Elena Roger

Por Pablo Gorlero

El domingo 28 de febrero terminó una de las obras que más conmovieron al público teatral argentino en los últimos años: Piaf, de Pam Gems. Tal vez el presente no permita detectar muy bien la importancia de esa producción en Buenos Aires, pero dejó una marca imborrable en el sendero del teatro comercial. Fueron intrépidos sus productores al haber asumido el riesgo de traer al país el mismo montaje de un epicentro teatral de excelencia como Londres, con su misma protagonista, que no era popular ni televisiva.
A su vez, pocas veces ha sido tan complicado obtener entradas para una obra. Para conseguir cualquier tipo de ubicación, había que sacar localidades con más de quince días de anticipación y, en cada jornada, el Liceo abría su boletería con una larga fila de espectadores ávidos de emoción a flor de piel. "El detalle inusual, contrario a la regla del teatro, es dejar un éxito de esta naturaleza (ciento por ciento de la capacidad del teatro en el ciento por ciento de las funciones, durante ocho meses). Piaf merecía como mínimo todo el año en Buenos Aires, para un verano 2011 en Mar del Plata, como opción para la gente de provincias. No pudo ser", dijo por ejemplo Carlos Rottenberg, empresario del Liceo y productor teatral.
Vamos a extrañar a Piaf. A ese personaje que fue persona y que sacudió a tantas almas que la escucharon cantar en vivo o en grabaciones. Vamos a extrañar esa vida repleta de golpes a temprana edad y de estocadas mortales en pleno esplendor. Elena Roger la volvió a la vida a través de una composición que la hizo transitar por todos sus estados y momentos. Ella la entendió como pocos (así como lo hizo Virginia Lago en los años 80, espléndida). Cómo olvidar ese montaje sórdido y minimalista que hizo Jamie Lloyd, en un teatro como el Liceo -tan bello como arañado por la humedad-, en el patio trasero de la plaza del Congreso, ámbitos que parecen formar parte de la misma escenografía ideada por Soutra Gilmour.
Cómo olvidar también esa última escena donde la comunión entre la protagonista y Julia Calvo -excepcional como Toine, su amiga del alma- provoca ese abrazo previo al espectador para arrancarle las primeras lágrimas, de la conmoción final con el "Non, je ne regrette rien".
Quienes presenciamos esa última función de Piaf difícilmente podamos olvidarlo. Una sala con muy pocos invitados y mucho público real que, como todas las noches, apenas finalizó la última escena saltó como un resorte de sus butacas y aplaudió durante 15 minutos, sin parar, con convicción, con conmoción, con pasión. A través de su trabajo, Elena Roger consigue acariciar al espectador, sacudirlo, conmoverlo y extraerle el alma hasta dejarla suelta, desnuda, sin posibilidad de escape ante ese encantamiento. No es exageración: Piaf fue sublime.
Un elenco no menos emocionado, que tuvo que salir cuatro veces a saludar, agradecía ese fervor con lágrimas y sonrisas. Pero el agradecimiento venía desde toda la sala, colmada desde la platea, hasta la tertulia y en todos sus palcos. En la fila 5 se ubicó la familia de la protagonista, cuyos rostros sumaban amor y orgullo. Sus padres, en punta de banco, tuvieron que quedarse sentados un buen rato, debido a la emoción, mientras el público dejaba la sala. Dos filas atrás, en el medio, el hombre que comparte su corazón con Elena tenía la cara empapada por las lágrimas. Ella se irá por un tiempo, bastante tiempo, a conmocionar a sociedades distintas, en otro idioma y otras realidades. Bien por ella. Los miles que la vimos, y los miles que se quedaron con las ganas de verla, estaremos orgullosos. Pero vamos a extrañar mucho a Elena Roger.

1 comentario:

  1. Yo fui, y fue realmente fue asi. Fue emosionante, yo que la conozco la voy a extrañar mucho, y como dice la nota, no hace falta conocerla o haberla visto, porque todos vamos a extrañar ese tierno destello que ella da arriba del escenario. Suerte mi querida elenita. Te queremos mucho..

    Nosotros, los argentinos.

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