lunes, 11 de octubre de 2010

El parque de los desnudos



EL PARQUE VIGELAND:
UN BANQUETE PARA LOS SENTIDOS

Por PABLO GORLERO

OSLO.- La primera recomendación que recibí antes de partir rumbo a Noruega fue no dejar de visitar el Vigelandsparken. “El parque de los desnudos”, me dijeron. Las fotos de la guía turística no decían mucho. Pero al poner un pie en Oslo, en la estación de trenes, me topé con una gigantografía que ilustraba un obelisco de cuerpos entrelazados, anudados. Sospeché que se trataba del Vigelandsparken o Parque de Vigeland, situado dentro de un parque mayor: el Frognerparken.
Empecé a interiorizarme y me enteré de que se debía su nombre a Gustav Vigeland, un bienamado escultor noruego que vivió entre 1869 y 1943. En épocas de la independencia, el gobierno le encomendó numerosas obras escultóricas y fue uno de los artistas más mimados de esa renaciente nación escandinava. En 1906 presentó un modelo en yeso de una fuente para adornar la plaza frente al Parlamento Nacional. La obra gustó, pero tuvo que esperar unos trece años, durante los cuales Vigeland amplió el proyecto añadiendo varios grupos escultóricos y un monolito de granito. Miren qué historia interesante. En 1921, el ayuntamiento de Oslo decide demolir el edificio donde se encontraba el estudio del escultor para construir la Biblioteca. Pero llegaron a un acuerdo histórico: la misma ciudad construiría un nuevo edificio destinado a estudio y vivienda de Vigeland, a cambio de ser transformado en museo luego de su muerte. A cambio de esa construcción, el escultor se comprometía a donar a la ciudad todo su trabajo artístico, incluidos sus modelos.
Así Vigeland se mudó a su nuevo estudio, muy cercano al Frognerparken, espacio verde elegido para instalar su fuente y su complejo escultórico. Así fue como, en los sucesivos 20 años, el artista se dedicó a la realización e instalación de un área destinada a la exposición permanente de sus esculturas.
Dónde comienza o termina el Parque Vigeland para continuarse en el Frogner, nunca lo pude descubrir. En cambio, sí me enteré de que este enorme parque de más de 32 hectáreas comenzó a concebirse por este megalómano en 1924 y fue concluido siete años después de su muerte.
Los grandes portales que conducen a él desde una de las principales avenidas de Oslo se asemejan al Central Park neoyorquino. Es algo así, un gran pulmón verde en el medio de la ciudad. Aunque, claro está, Oslo irradia naturaleza por todos sus costados.
Me sentí afortunado por el día que me tocó recorrerlo: un soleado domingo de septiembre, con 22 grados y un tibio sol que acariciaba el rostro. Apenas pasé por el desfiladero de árboles, bajo los cuales muchos ancianos disfrutaban del merecido descanso por sus jubilaciones (sin preocupación en sus rostros, obvio), el parpar de los patos anticipa agua cercana. Ya sobre el final de esa pared arbórea se asoma la primera sorpresa: un puente flanqueado por decenas de esculturas humanas de bronce, todas desnudas. No sólo están en diferentes posturas y posiciones, sino que cada una contiene una expresión, una emoción o una acción. Algunas simbólicas, otras metafóricas, todas tan vivas. Ahí comienza un viaje que conmueve. Ahí empieza una comunión artística y natural que sacude todos los sentidos.


Vigeland reprodujo todas las formas de las relaciones humanas, todos los períodos erarios y las formas expresivas más diversas. En ellas hay belleza, erotismo, hasta pavor. Es imposible que cada una de ellas resulte indiferente. Y allí, en ese pasillo de sensaciones, hay un aroma inspirador, ineludible. El de August Rodin.
Allí los instintos se corporizan tanto en sus formas más extremas como de modos más sutiles. El amor fraterno, el amor filial. La violencia visible, la violencia interna. La pareja heterosexual, la homosexual. El odio, el enojo, el pánico, la alegría, la felicidad. La seducción, la vanidad, la autosuficiencia, la autoestima.
Uno se puede quedar horas ahí, contemplando, compartiendo con cada uno de esos cuerpos sus posibles pensamientos, el alma que les dio su creador.
Luego, un pulmón de flores permite una bocanada de belleza natural para separar los sentidos de la creación del hombre. Aunque, de inmediato, a lo alto, uno puede avizorar lo que se viene. El aire a Rodin se entremezcla con una cacofonía de inspiraciones en la antigua Mesopotamia y en el arte clásico. El ying y el yang salpican permanentemente la vista y embriagan al espectador sensible. Una enorme fuente, llamada La Rueda de la Vida, antecede al Monolitten, un obelisco de cuerpos humanos. Es tan erótica esa llamarada de arte, en medio de tanto verde. Tan fálica. La Rueda y el Obelisco conforman una cópula de vida para parir momentos, emociones, sensaciones; amargas y felices.
La Rueda es una fuente sostenida por unos atlantes, que quedan tapados por una cortina de agua, tan armónica como estridente en su caída. A su alrededor, árboles de la vida con querubines, que son la mayor reminiscencia rodiniana. Y debajo, en el friso que circunda toda la fuente, secuencias que pasan por el amor, el sexo y la violencia.
Luego, la escalinata que conduce al obelisco humano. Uno puede pasar horas observando esa escultura con tanto contenido de ritual. Esa trenza de cuerpos, compacta, perfecta, es tan impresionante como bella. Hombres y mujeres de todas las edades se compactan en una masa de concreto que parece carne viva. A su alrededor, decenas de esculturas en situaciones que contienen tanto acción como emoción. Es impresionante cómo Vigeland puede captar sentimientos para reflejar expresiones. Cómo puede poner en la roca el alma humana con tanta elocuencia.
Casi cinco horas estuve en el Vigelandparken, adorando a ese megalómano. Contemplé cada escultura, cada relieve de la fuente, cada cuerpo anudado en ese obelisco. Traté de guardarme el olor de esas flores tan bien cuidadas por los visitantes mismos y hasta el sonido de los pájaros.
Al atravesar los portales de salida, juro que me di vuelta, sonreí y di las gracias.
Aquí un recorrido fotográfico por esta maravilla:

1 comentario:

  1. MARAVILLOSO!!!!QUE PARQUE ESPECTACULAR, LAS ESCULTURAS Y VOS PABLO...CADA DIA ESCRIBIS MEJOR!!!!
    FUE COMO VIAJAR A NORUEGA!!!
    CARIÑOS!!

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