martes, 17 de julio de 2012

Crónicas de Broadway 4


Por Pablo Gorlero


"Don't Cry For Me Argentina"
 "And the Money Kept Rolling In"
"Buenos Aires"
Fotos: Richard Termine - Gentileza The Hartman Group

NUEVA YORK.- Luego de haber conquistado a los ingleses con sus protagónicos en Evita, Piaf Passion,era casi una consecuencia segura su arribo a Broadway, la capital del teatro musical. De todos modos, Elena Roger siempre afirmó que esa posibilidad no le quitaba el sueño. Así, sencilla pero segura y permitiendo que la vida fluya dejó que el destino la abrace y hace sólo cuatro días hizo su debut oficial en el Marquis Theatre, con Evita . "Estoy feliz, es muy fuerte", esbozó aquel día en la alfombra roja, luego de la ovación de pie que recibió al finalizar la premiè re y soportando el protocolo pese al frío intenso de esa noche.
Aunque cansada, se la ve liviana, confiando en ella misma y aceptando lo que ocurre y transcurre. "El año pasado, luché mucho con mi cabeza, que busca lo sencillo, y ese deseo de vivir más tranquila. Ya había hecho Evita y me planteaba si tenía que volver a hacerla. Lo que más me tiraba era venir a otra ciudad, Nueva York. Es que un año fuera de tu casa es un cambio de vida muy fuerte. Y recién comienza. Después vienen los premios Tony, las fiestas, los protocolos; todo un trabajo aparte. Y a mí el trabajo que me gusta es el del escenario. Todo lo demás puede ser gratificante para muchos, pero a mí me gusta volver a mi caparazón después", dice contundente.
Su camarín, casi un monoambiente, está repleto de regalos. Flores, cajas de bombones, carteras, fotos y recuerdos de Evita. Es que la noche anterior había sido el estreno y los norteamericanos son bastante efusivos a la hora de homenajear o congratularse. "Es que Broadway suena refuerte. Broadway es parafernalia. Y te digo esto mientras observo mi camarín superpoblado de cosas. Aquí el género musical es muy poderoso y están orgullosos de eso. A mí siempre me gustó mucho Londres y Europa en general, porque soy de familia italiana y miro hacia ese continente, como muchos argentinos. Me alucina todo eso, tiene muchísima historia, aquí en América, somos más jóvenes", describe.
Llegó a Nueva York a mediados de enero y se instaló en un hermoso departamento en Chelsea. A los pocos días, se metió de cabeza en los ensayos de Evita , nuevamente bajo las órdenes de Michael Grandage, un director que la conoce muy bien. Fueron cinco semanas de trabajo intenso en sala de ensayo y dos sobre el escenario del Marquis. Luego llegaron las funciones previas. Aunque conocía la obra perfectamente, el trabajo fue arduo porque se hizo una relectura del montaje londinense y debió trabajar codo a codo con sus nuevos compañeros, al mismo tiempo que con su alternante en algunas funciones, Christina DeCicco. Elena fue quien les aportó a sus compañeros libros e información sobre la Argentina. Tanto que llenó de entusiasmo a Michael Cerveris, quien interpreta a Perón, y hoy su camarín parece un altar peronista, con fotos y recuerdos que le trajeron desde la Argentina.
"El director hizo un análisis más profundo, para que Evita no sea tan superficial, sino más interna, profunda. Incluso, mucho más que la de Londres", comenta la actriz.
"Elena fue mi maestra aquí." Eso es lo que Ricky Martin le dijo a este cronista. "Con él trabajamos muy bien y nos llevamos bárbaro. Al principio, le tuve mucho respeto, en el sentido de no querer esta encima de él por nada. Porque él ya es una persona con mucha gente encima y no quería ser una más", comenta Elena.
Y así, aunque ya en el mundo de Broadway, uno la ve como en Buenos Aires: repartiendo besos a los técnicos, a la gente de prensa, a sus compañeros de elenco. Y de cerca, con una mirada de amor profundo, la observa Mariano Torre, su novio, que estará acompañándola por un mes.
Le pasaron muchas cosas a Elena en estos últimos seis años. "Me pasó un camión entero por encima -dice-. No sé bien cómo mirar el futuro y el presente. Me parece que me veo con una vida un poco más tranquila que esto. Broadway es como la frutilla del postre y después vendrá una especie de tranquilidad. Haré otras cosas vinculadas con el arte, pero no creo que esté una temporada entera en otro lugar que no conozco. Todo el mundo dice que es genial estar en Broadway, pero implica dejar mi casa, mi familia, mis proyectos por un año, vivir en una ciudad con otro idioma toma muchísimo tiempo. Mi personalidad es distinta a la de muchos. Y tengo que tratar de combinar mi gusto por lo sencillo con las luces de Broadway."

UNA OBRA SOBRE LA ARGENTINA

-Hablemos de tu Evita, de la Evita que escribió Rice y de la verdadera.
-Dale. Me encantó. Vengo de una familia en la que mi papá es peronista y mi mamá no tanto. Cuando leí el libreto, me di cuenta de que había una actitud muy muy antiperonista. Y empecé a leer muchas biografías. Me gusta dividir la idea de lo que fue Perón y lo que fue Evita. El fue un político de carrera, ella aprendió de él todo lo de la política. La obra muestra que se acostaba con muchos hombres para subir. Y yo lo veo con otros ojos. Veo a una mujer que nació en una cuna hecha por una madre que no se casó con el padre, que tenía dos familias. Siempre se critica a la mujer. Todavía en esta sociedad se sigue señalando a la mujer cuando el hombre era el causante de esa situación. Se señalan esas cosas y, sin embargo, todo el trabajo que ella hizo con los humildes fue muy importante, más allá de su ignorancia. Ella tenía un motor que la movía a hacer determinadas cosas. Y yo traté de implementar eso en la obra, más allá de lo que dice el «Che» o lo que está escrito. Traté de cantar «No llores por mí, Argentina» sin ironía. En ningún momento da la sensación de que respecto a los pobres lo hacía de manera manipuladora.
-¿El libro apunta un poco a eso?
-Imaginate en el problema en el que me encontré. Traté de agarrarla como un ser humano y no como una máquina de odio y despotismo. De todos modos, un musical no es una lección de historia. Yo discutí mucho cuando hacíamos la obra y, en un momento, el director me dijo: «Pero está escrito esto, es una obra». Y tenía razón.
El resultado se ve en escena. Elena Roger le da todo a esta Evita . La abraza con el alma, como lo hace con todos sus personajes.

EN ESCENA

Yo que tú me enamoraba, junto con Omar Calicchio y Chico Novarro (1997); Jazz, swing, tap , con Sandra Guida y Diego Reinhold (2003). Mina... che cosa sei? , protagónico que la instaló en el medio artístico (2003). Piaf, segundo protagónico, en el West End, con el que ganó el premio Olivier (2008). Passion , su segundo trabajo para el Donmare Warehouse, en este musical de Sondheim (2010). Un amor , su debut en cine en el film de Paula Hernández (2011).

OTRAS EVITAS

1978. En Londres. Estreno mundial, con Elaine Paige. Estuvo en cartel hasta 1986 (2900 funciones).
1979, en Broadway. Tres años en cartel, con Patti LuPone.
1980. Madrid. Paloma San Basilio fue Evita, junto con Patxi Andion, como el "Che".
1981, México. Valeria Lynch fue la primera argentina en interpretar a Evita.
1996. Hollywood. Madona, en la versión cinematográfica, dirigida por Alan Parker.
Reseña de Evita

NUEVA YORK.- Cuando Evita se estrenó en Londres y, luego, en Broadway, fue furor. Al público anglosajón le fascinó esta ópera pop- con escasísimos textos hablados- que hablaba de una mujer inescrupulosa que no cesó de escalar dormitorios hasta llegar al más amplio: el del presidente de una república perdida por allá, en la otra punta del mundo. Su autor, Tim Rice, siempre se vanaglorió de haber hecho una gran investigación histórica, aunque sus fuentes fueron pocas y siempre las mismas y él prefirió imaginar una historia con un personaje que fuera una cruza de La malvada de Bette Davis y Jessica Rabbit. Como si fuera poco, le agregó un relator, otro personaje político argentino que nunca se cruzó con Evita en la vida real: el Che Guevara. Aunque su Che fue más conservador que revolucionario. Pero qué más da. Se trataba de ficción y acerca de un país que no importaba. Visto con ojos extranjeros e ignorantes de la historia, era una genialidad. Porque la Evita de Tim Rice es una ambiciosa prostituta que llega al poder sin escrúpulos y se afianza en él sin la menor sensibilidad, manipulando a su marido y a las masas.
Primero en Londres, ahora acá en Broadway, Michael Grandage concibió una Evita mucho más suavizada que aquella. La llevó con intención a un terreno más real y menos novelesco. Aunque más allá del pensamiento político para cualquier argentino -ya sea peronista, antiperonista o de cualquier otra ideología, pero conocedor de la historia local- igualmente puede ser una piña furiosa en el centro del estómago. El musical de Rice poco está relacionado con la historia más que mencionar a las figuras de Perón, Evita y Magaldi, además de señalar otros íconos argentinos. Es decir, será obligado separar el hecho artístico que constituye este revival y su veracidad histórica.
Dicho esto sobre lo último, la puesta en escena de Grandage (ex director del prestigioso Donmare Warehouse de Londres) indudablemente sitúa al espectador en la Argentina y no en cualquier país. Ya cuando uno entra a la sala se sentirá sorprendido de ver colgados sobre el telón los rostros gigantes de Perón y Evita, además de las banderas argentinas y el escudo del Partido Justicialista. Luego el diseño escenográfico de Christopher Oram nos trasladará a un suburbio de Junín (con gauchos mezclados con guapos) y el resto de la obra quedará sintetizado en una sola escenografía transformable de reminiscencias múltiples. Este diseño gris puede parecer frío, pero es una visión artística perfecta para compilar, definir y simplificar. En cambio, su vestuario es casi realista y riguroso, a pesar de algunos detalles.
A diferencia de muchos directores de musicales, Grandage tomó a Evita como un texto dramático. No apostó al impacto sino a la búsqueda de sensibilidad de las criaturas que le ofreció el libro en extremo machista escrito por Rice. El director -seguramente con la ayuda de sus intérpretes- encontró el propósito de sus personajes y los motivos por los cuales accionan. Por eso esta Evitaestá más cercana al tipo de puesta del teatro tradicional y no tanto a la espectacularidad con fuegos artificiales de Broadway. Con todas las discrepancias que uno pueda tener, se percibe que el director tuvo mayor conciencia de que estaba reflejando a personajes históricos de un determinado país. Incluso se humanizó la relación entre Perón y Evita, que en el original de Rice demostraba especulación y falta de amor total. En tanto las escenas en las que el personaje muestra su desfile de amantes es tomada con muchísimo más humor que erotismo.
La puesta coreográfica de Rob Ashford (que mucho conoce de la Argentina) es, a su vez, esencial y vital en este montaje. No sólo por el despliegue de movimiento sino por la incorporación de un tango puro y bien interpretado.
En Broadway, Patti LuPone fue la intérprete adorada y consolidada con ese papel. Y tal vez eso esperaban algunos acá, en Nueva York; esa misma historia en la que la falta de escrúpulos, la corrupción y el poder eran protagonistas. Por fortuna, es Elena Roger quien se puso ahora en la piel de Eva Duarte y pudo incorporarle algo más de argentinidad. Esta gran intérprete supo quitarle todos esos ribetes sexys y despiadados que exigía el libro original, y dotó a su Eva de una mayor sensibilidad. Decir que tiene una voz potente y abrazadora es redundante. Elena es una intérprete impactante. No canta y baila porque sí. Tiene una dramaticidad permanente. Tanto cuando se mueve sin parar con fuerza y entusiasmo en "Buenos Aires" como cuando está en el balcón de la Rosada diciendo "No llores por mí, Argentina", con lágrimas en los ojos. Eso tiene la Roger. Dice cantando y emociona siempre, aquí en Evita como lo hizo en Piaf . Su escena con Perón (un sobrio Michael Cerveris) en la que le dice "You Must Love You" (canción de la versión fílmica, incorporada a la obra) es una súplica que orada el alma del espectador.
Grandage tampoco quiso poner en escena al Che Guevara. El relator se llama Che, pero bien podría ser cualquier persona. Es el exigido papel que le tocó a Ricky Martin, quien se mueve cómodo y seguro prácticamente sin salir de escena durante los 140 minutos que dura la obra. También en la misma línea que el resto de la propuesta, Ricky apostó a la interpretación y lo hace muy bien. Nota aparte: es impresionante el impacto que causa en el público, que lo ovaciona apenas entra a escena.
Por su parte, Max von Essen realiza una interesante composición de Agustín Magaldi (le comentó a este cronista que investigó mucho sobre su vida y escuchó todos sus discos); y Rachel Potter se impone en una cortísima escena, con una bellísima canción, como una amante de Perón.
En resumen, el que ande por Nueva York debe ir a ver Evita para enorgullecerse de una artista muy nuestra, que no pronuncia a lo gringo sino que impone porteñismo y, por supuesto, deberá tener en cuenta que es un hecho artístico de absoluta ficción.

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