viernes, 4 de julio de 2008

Jorge Guinzburg


Reportaje realizado a fines de agosto de 2002 y publicado en el suplemento Tevé, de La Nación, la primera semana de septiembre de ese año. Fue en ocasión del lanzamiento de su programa "Capocómicos", por Canal (à), en plena crisis político-económica. No obstante, una época en la que aún se podían escribir reportajes extensos, con contenido.
A su vez un homenaje a Jorge Guinzburg y un recuerdo del placer de haber tenido el privilegio de entrevistar a uno de los mejores entrevistadores que tuvo el periodismo argentino.
(Fotos de Artear)

Jorge Guinzburg: "La Argentina me duele"

Por Pablo Gorlero

La intelectualidad argentina descubrió las virtudes de la técnica (básica) de la improvisación con la muerte de Alberto Olmedo. Tal vez haya sido una excusa que algunos necesitaban para aceptar el carácter universal de la risa. La Argentina es melancólica pero ríe. Lo comprueban salas llenas y muchos puntos de rating en plena crisis. Asimismo, el país ha sido una usina de talentos humorísticos con nombres grandiosos como Niní Marshall, Luis Sandrini, Olinda Bozán, Pepe Biondi, José Marrone, Margarita Padín, Enrique Serrano y tantos otros que desembocan en los actuales. Siempre hay lugar para el homenaje. Pero no tanto para el análisis del humor ni para el tributo a los que hacen reír en el presente.
Sebastián Milstein y Sebastián Sabino advirtieron ese vacío y convocaron a Jorge Guinzburg, maestro del reportaje humorístico, para que conduzca “Capocómicos”, por Canal (á), un ciclo de entrevistas a cómicos y humoristas de América latina.
Como todo hombre de ese “palo”, no anda haciendo bromas por ahí, cuando la cámara se apaga. Pero tampoco se circunscribe en el mito aquél del payaso triste y amargado. Guinzburg es tal cual se lo ve, pero sin hacer bromas todo el tiempo. Un macanudo que hasta se anima a mostrarse sensible y comprometido.
-¿Vos seleccionás a los invitados?
-No, pero lo charlamos. Hemos hecho un listado y coincidía con lo que me planteaban. Agregué a Jorge Luz, que es una gloria del humor.
-¿Qué cualidades debe tener un humorista para ser un capocómico?
-Voy a teorizar. Si bien recientemente han aparecido capocómicos a la manera tradicional, como Jim Carrey, yo sostenía que en los últimos tiempos, el humor no se basa en el capocómico gracioso sino en la gracia que dan las situaciones hechas por actores. El humor va más allá de la capacidad de ser gracioso de los protagonistas. Tiene que ver con una situación muy fuerte, con las cosas que están pasando atrás, con el contrasentido, con la contradicción entre la seriedad y las situaciones graciosas.
-¿Entonces los guionistas son capocómicos?
-Son los capocómicos del teclado. De todas maneras, en los últimos tiempos apareció Jim Carrey, que es un actor más a la antigua, a lo Jerry Lewis. La gracia de sus películas se basa en sus propias morisquetas. Mi teoría es que el humor se ha transformado. Hoy podría decir que el capocómico convive con el humor de situaciones más allá de él mismo. Es decir, prescindiendo de él.
-El humor también tiene sus gamas...
-La otra cosa que me entusiasma de este programa es que los entrevistados son muy distintos. De pronto, Enrique Pinti tiene un humor diferente al de Nito Artaza o al de Gabriela Acher y, a su vez, al de Alejandro Dolina. La gente puede entender más del humor con este ciclo. Cada entrega tiene una identidad propia, como si no fuera parte de un programa y es una piecita en sí misma.
-¿En este ciclo hubo personajes que no hayas querido entrevistar?
-No, para nada. Te podría decir que hay algunos que me caen más simpáticos que otros.
-¿Y por qué no está Alfredo Casero?
-Porque estaba en Japón. Pero era uno de los invitados. Me hubiera encantado. Están Diego Capusoto y Fabio Alberti, que tienen el mismo tipo de humor. Vinieron juntos. Es un programa muy distinto a los demás. En algunos casos sentí que se podía conceptualizar sobre el humor, en otros eran menos interesantes desde lo teórico, pero más divertidos.
-¿Por ejemplo?
-El de Capusoto y Alberti. Hay menos concepto pero hay más gracia.
-¿Con cuáles conceptualizaste más?
-Con Pinti, Dolina, Gabriela Acher, Marcos Mundstock...
-¿A vos qué humor te causa gracia?
-Soy muy amplio para el humor. Admiro profundamente a Woody Allen, pero Jorge Corona me encanta. Me divierte y me enternece.
-¿Sos de los que te reís cuando te cuentan un chiste o lo analizás como buen cómico?
-No sé si me río. Porque cuando me cuentan un chiste, me imagino el remate o me pongo a pensar en la estructura. Por ejemplo, en “Las obras del humor” -el espectáculo de Les Luthiers-, lloré de risa. Por ahí empieza a hablar Marcos Mundstock y puedo imaginar por dónde va a ir, a dónde quiere llegar e imaginar un remate. Pero igual me ganan y me entrego.
-¿Vos sos un capocómico?
-Creo que no en el sentido del gracioso a lo Danny Kaye, Jerry Lewis o Jim Carrey o como Emilio Disi o Dady Brieva. Pero puedo llegar a la gracia a partir de lo que digo o cómo lo estoy diciendo. Y además, mi humor está bastante ligado a lo periodístico, más allá de mis actuaciones en “Peor es nada”, donde hice de actor. Esas actuaciones eran más desde la machietta, si bien yo estoy orgulloso de algunos trabajos míos.
-¿El periodista lleva del brazo al humorista?
-Yo me pregunto: ¿Me interesa hacer un periodismo despojado del humor? Me respondo que no. ¿Me interesa hacer un humor despojado del periodismo? Tampoco. Si me toca hacer un reportaje para una revista cultural, sentiría que estaría incompleto si no tuviera humor. Por otro lado, si logro el humor pero no consigo hacerle decir cosas que no dijo antes, también lo siento como parcial. Por eso digo que van de la manito. Cuando te preguntan en los aeropuertos qué sos, en mi ficha pongo: periodista y humorista.
-¿Tenés algún tipo de prurito con tu humor? Es difícil escucharte decir una mala palabra.
-No es que me molesten las palabrotas. Si la palabra fuerte es para darle gracia a algo que no lo tiene, me parece un recurso fácil o pueril. Por ejemplo, Pinti tiene el don de la mala palabra. Pero cualquier cosa que él diga está aplicada perfectamente y nunca me va a caer mal. Yo tengo la sensación de que no poseo ese don. Cuando menciono una palabra fuerte, suena muy feo. Tengo un don que adjudicarme: puedo preguntar cosas que, si las pregunta otro, enojarían. Pero no me siento bien diciendo palabras fuertes. Porque pueden resultar agresivas y no graciosas.
-¿Te arrepentís de cosas hechas en tu vida profesional?
-Algunos reportajes de “La noticia rebelde” que me dieron alguna notoriedad siento que fueron excesos.
-¿Por ejemplo?
-He hecho algunos reportajes donde la gracia pasaba por hacer pomada al entrevistado. Hoy no tengo ganas. No me haría feliz hacer un reportaje de ese estilo. Hoy tengo más ganas de que, cuando lo termino, sienta que pregunté todo lo que quería, que logré humor, que tuvo una osadía que, tal vez, otros no tendrían. Pero al mismo tiempo, que el entrevistado y yo no pensemos que no nos vamos a ver nunca más porque nos odiamos. Por el contrario, prefiero que seamos más amigos, pero sin resignar preguntas. En un reportaje creo que uno tiene que pensar qué es lo que quiere saber y si coincide con lo que quiere saber la gente y sale mejor.
-¿El humor de “Peor es nada” es más político que el de aquellos ciclos que imitan a los políticos?
-Lo que yo planteaba era un humor más social que político. Es más, creo que a la gente le costó bancarlo porque había algunos sketchs muy fuertes, como el de los nuevos pobres que dejaban la Horqueta para irse a la villa o los oficinistas que se bancaban cualquier cosa por conservar el trabajo. Por ahí los monólogos y otras cosas tenían que ver con el humor político. Yo intenté tocar todos los temas que preocupaban a los argentinos: la seguridad, la pérdida de todo y cierta indignidad laboral. Yo siento que “La noticia rebelde” fue el primer programa de humor periodístico de la televisión. Los que vinieron después no son periodísticos puros. Al entrevistar a Aldo Rico, el humor pasa por las características de su personalidad. Creo que el paso adelante de hoy sería hacer humor con la noticia concreta.
-¿Tenés algún proyecto de ese tipo?
-Tenía algo. Lo presenté a Telefé, pero no se dio el momento. Era caro.
-También te matan sueños como a todos los argentinos...
-Como a todo el mundo. No me frustraron. De hecho, puedo y sigo haciendo cosas. Siento que si uno tiene ganas de hacer cosas, por ahí no es el momento y ya va a llegar. Y mientras tanto, uno va a haciendo otras cosas y va llenando casilleros. Por otro lado, uno tiene ganas de hacer distintas cosas. Con Miguel Gruskoin estamos pensando en escribir una comedia musical con un tema argentino. Es otro sueño. Lo que puede pasar es que no lo sepamos hacer porque es un lenguaje diferente.
-¿Tinelli y Pergolini son capocómicos?
-No. Son exponentes del nuevo estilo de humor, a partir de lo que genera.
-¿Pueden ser invitados a tu programa?
-Mario estuvo. Marcelo me gustaría que esté.
-¿Te causan gracia sus programas?
-Algunas cosas más que otras. Me gustan pero soy crítico con algunas cosas.
-¿Va a haber un homenaje a los que se murieron?
-No está previsto, pero se los menciona permanentemente. Olmedo, Altavista, Tato, Pelele, Barbieri, Marrone, Biondi, están permanentemente.
-Como hombre del humor, ¿no te molesta que apenas digas dos palabras, los que te rodean se rían sin sentido?
-Eso es como un estigma. Pero no me molesta, así como tampoco que la gente se me acerque. No se me ocurriría salir con anteojos negros a la calle, salvo que me esté quemando el sol. Tal vez porque siento que la gente es afectuosa y tiene una confianza conmigo como si fuera de la familia.
-¿Tampoco te molesta cuando te cargan por tu estatura?
-No, te lo aseguro. Obviamente, la altura es el primer chiste que le surge a la gente. Así como el negro Dolina dice que todo lo que uno hace es para levantarse minas, yo siento que todo lo que uno hizo en la vida es por una gran necesidad de sentirse querido. Y no podría sentirme mal ahora que me siento querido.
-¿La Argentina te sensibiliza?
-Estoy un poco triste y asustado. Me hace muy mal. No lo merecemos. Este país es tan grande... Es tan importante y tiene tanto, que les costó mucho hacerlo m... Porque me parece que hay un plan organizado para devastarlo desde hace unos treinta años. Y la forma de destruirlo es esquilmarlo, pero al mismo tiempo hacerlo inhabitable. En el 76 los argentinos vivieron un exilio de gente que soñaba con volver. El de hoy es de gente que no quiere regresar porque está enojada con un país que los está echando. No se vuelve del exilio económico. Es muy loco y siniestro que haya hambre en una tierra de la que se pueden alimentar a 300 millones de personas. Y que, además, se destruya la justicia, la seguridad, la salud, la educación... es hacerlo inhóspito, “invivible”. Me da mucha pena. No me gustaría tener que irme.
-¿Lo pensaste?
-Y... para ser sincero, a uno se le cruza. ¿Cuál es el país que les toca a mis hijos? Uno ya está hecho, más o menos, ¿pero ellos? Pero me encantaría quedarme.
-¿Por qué te irías?
-Si sintiera que es peligroso que mis hijos vayan al colegio. Pero me gustaría que esto pase, que sea una onda que desaparece.
-¿No sentís que desde tu lugar de personaje público tenés la posibildad de hacer algo?
-Lo que uno puede hacer es decir lo que siente y lo que piensa. Trato de ayudar a la gente. Con Carlos Bianchi y otro grupo de personas estamos construyendo un hogar para 1.500 pibes en San Marcos Sierra (Córdoba). No me quedo mirándome el ombligo. Uno trata de ayudar a los otros. Aunque tampoco me gusta hacer bandera con eso.
-¿Qué tan avanzado está?
-Si Dios quiere, creo que a fin de año lo podremos terminar. En San Marcos Sierra. Tengo mucho entusiasmo. La idea es construir 10. Va a llevar unos cuantos años. Va a ser laico y la idea es poder ayudar a los que necesitan. Ahora estamos pensando en tener un sistema de padrinazgo. Estamos terminando el techo de dos pabellones, hay que terminar el techo del resto y terminar lo de adentro. Hubo acopio de materiales pero faltan un montón de cosas porque es muy grande. Ahora estamos armando el polideportivo. Hay mucha gente con ganas de sumarse en proyectos solidarios.
-¿No somos mala gente, no?
-No. Estamos muy maltratados, pero no somos mala gente. Hay muchas manifestaciones culturales que se hacen por amor. No les va a resultar fácil hacernos pomada. Pero siento que lo están intentando por todos los medios.
-¿Mucha o poca esperanza?
-Tengo. Si no, me hubiera ido. Tengo ganas de estar acá y tranquilo. Sentir que la calle no es una vía que me traslada al trabajo, sino un sitio que puedo disfrutar. Como calidad de vida no es bueno tener miedo, así como tampoco resignarse.

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